PERFIL (2-11-2014)

Joana Ortega, de goma elástica

La vicepresidenta del Govern ha sabido aguantar, sin quebrarse y manteniendo los equilibrios, las tensiones entre Mas y Duran

De goma elástica_MEDIA_1

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TONI AIRA

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«El 9-N apostará por el Sí-Sí, pero no lo dirá hasta el mismo día cuando haya votado». Así de contundente se manifestaba un compañero suyo de gobierno sobre la vicepresidenta Joana Ortega y su intención de voto en la consulta alternativa del 9 de noviembre. Y es que eso ella no lo ha querido desvelar en primera persona. ¿Por qué? Según dicen quienes la conocen bien y de hace tiempo, porque no ha querido provocar el enojo de una de las figuras políticas a quien siempre ha mostrado más lealtad y a quien debe buena parte de su carrera política: Josep Antoni Duran Lleida.

Pero, finalmente, Ortega (Barcelona, 1959) votará y dicen que lo hará por el 'sí' al Estado independiente, en un gesto que quiere poner también en valor otras lealtades de la vicepresidenta, en este caso a la consulta que ella, como responsable de Governació, ha coordinado, y al 'president' Artur Mas. Entre Duran y la consulta. Entre Mas y Duran. «Esto último hace mucho tiempo que dura y ella aguanta, allá en medio, con el uno estirando por un lado y el otro por el opuesto, y Joana resiste como la goma elástica que no se rompe». Lo destaca un estrecho colaborador suyo que reconoce que esta condición de resistencia bajo una apariencia de fragilidad la describe en conjunto, personalmente y políticamente.

Cuando en abril del 2011 Ortega votó en la consulta soberanista organizada en Barcelona para cerrar un ciclo de consultas que movilizaron a centenares de miles de catalanes, Duran dijo al día siguiente que su compañera de Unió había votado 'no' a la independencia. ¿Sí? ¿Seguro? Y cuando el líder socialcristiano fue interpelado por qué él y no la interesada hablaba del sentido de aquel voto, él contestó con «porque me da la gana».

Los límites de la paciencia

Ella, prudente, no contestó. Una vez más. No lo desautorizó, siempre paciente, que dicen que es una de sus grandes cualidades. Con todo, meses después, en uno de los recurrentes capítulos en que las declaraciones de Duran ponían en entredicho la coherencia del relato de gobierno de Mas y de CiU, en los pasillos del Parlament la prensa pudo escuchar de boca de Ortega una frase reveladora: «La paciencia tiene un límite. Incluso la mía». 

Pero, contra todo pronóstico, ella va aguantando. Lo hizo también cuando, al poco de estrenarse como número dos del Govern, protagonizó una polémica sobre su currículum oficial, donde se decía que era licenciada en Psicología cuando aún le quedaba alguna asignatura para poder tener el título. Asumió los ataques y las burlas («puede llegar a tener muy mala leche pero encaja bien las críticas», dice un asesor de Vicepresidència), y ahora ya es licenciada, tras sacarse las asignaturas que le restaban para completar la carrera, a la Universitat Abat Oliba.

Recientemente, también ha superado una prueba de salud muy dura que la hizo pasar por el quirófano varias veces. Primero le tuvieron que extirpar la mitad de la tiroides. Después, a las dos semanas, se detectó que el mal persistía, y finalmente se sometió a un tratamiento intensivo para erradicarlo que la tuvo siete meses fuera de circulación. Fue muy grave, pero ahora ya todas las pruebas dicen que lo ha superado, y de aquello la mayor parte de la ciudadanía no ha tenido ninguna noticia más que, durante unas semanas, una pequeña tirita que lucía sin problemas en la base del cuello. Durante meses, las pocas imágenes que trascendían de ella mostraban su fragilidad física, enfundada en amplios fulares, pero aquello ya pasó. La goma elástica que se estira pero no se rompe. Tampoco ante las críticas.

«Es una vicepresidenta que no coordina la acción de gobierno ni es portavoz del Govern», dicen desde CiU. Pero ella de eso no ha hecho nunca 'casus belli' y ha decidido centrarse en el mundo local, en la consulta del 9-N y en la gestión de la función pública, un frente delicado (el de los funcionarios) que no ha sido un fuego noticioso para el Govern, y esto en tiempo de recortes y de pagas extra que iban desapareciendo. «Este es un tanto que se puede apuntar», asume un adversario político suyo.

La mano que se deja notar

Pero ella no lo reivindica, y va tirando, la mayor parte del tiempo en armonía con propios y extraños en una convulsa arena política en tiempos descrita como «oasis catalán». Y ella, a pesar de todo, ha mantenido y mantiene especiales buenas relaciones con políticos tan diferentes como Miquel Iceta o Rocío Martínez-Sampere (PSC), Joan Herrera (ICV), Jordi Turull o Felip Puig (CDC), y Carina Mejías, de la época en el PP de la hoy diputada de Ciutadans.

¿Que podría prepararse mejor los temas? Dicen que sí. ¿Que la mayor parte del tiempo ha estado ahí pero no lo ha parecido? Quizá también. Pero dicen que su mano, más que verse, se deja notar. La izquierda sobre todo, que es clave a la hora de saltar obstáculos. Ella se ha especializado en esto último, y pone encima de la mesa el aprendizaje de la experiencia, vía consejo y apoyo incondicional a su jefe del Ejecutivo, Artur Mas. La complicidad que los une se da en parte porque comparten esta condición de resistentes a pesar de todo.