La obsesión de Artur Mas
Fidel Masreal
Periodista
Licenciado en Ciències de la Comunicació por la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), curso de periodismo jurídico-político por la UAM-El País, ha ejercido como periodista político en Onda Cero, diari Menorca, Ràdio Barcelona (cadena SER) -donde fue jefe de la sección de Política- y Els Matins de TV3. Desde septiembre del 2008 es redactor en El Periódico, primero como cronista parlamentario en Madrid y en la actualidad especializado política catalana. Autor de "Conviure amb la depressió" (Mina, Eniclopèdia Catalana, 2007), "Game Over: els partits polítics, corrupció i vicis del sistema" (La Mansarda, 2013), "Cuentos Ex" (Magma Editorial, 2019) y "Contes del procés" (Magma, 2019). Colabora como analista en TVE, Catalunya Ràdio, SER Catalunya y RAC-1, entre otros.
F.M. / BARCELONA
Existe una obsesión de Artur Mas que ha quedado enterrada bajo todos los debates políticos que ha protagonizado desde que diera el famoso paso "a un lado" cediendo la presidencia de la Generalitat por exigencia de la CUP. Esta obsesión se llama superar el 50% de los votos. Ampliar la base del soberanismo.
Esta es una reflexión que Mas ha hecho en muchas de las no pocas entrevistas que ha concedido desde que cedió el poder. Y es que el 'president' podría decirse que ha dejado la vía independentista a medio camino. Y como explicó en una reciente conferencia antre la Cambra de Comerç de Barcelona, sólo cuando Catalunya disponga de una fuerza mayoritaria podrá forzar al Estado a negociar una salida al conflicto. No antes. Es decir, no ahora.
Esta obsesión por superar el 50% de votos le llevó a anunciar que se dedicaría a una plataforma paralela al partido posconvergente. Una plataforma para ampliar fronteras tratando de seducir a democristianos, socialistas de perfil catalanista, socialcristianos... De todo ello, nunca más se supo, y el congreso posconvergente ya se ha celebrado.
Y es que en este año han sido varias las ocasiones en las que Mas no ha encajado bien en la realidad política que se iba imponiendo. De entrada, se dedicó a llevar siempre consigo el pacto con la CUP, para esgrimir que él se había sacrificado pero a cambio ataba en corto a los anticapitalistas. Falso. Desde el principio la CUP hizo perder votaciones al Govern hasta la campanada final de vetar las cuentas. Si eso pasaba, según Mas, "la legislatura no tiene continuidad posible". La ha tenido, tras una cuestión de confianza.
Mas ha tratado de ser algo así como la conciencia ideológica convergente, marcar perfil. Un estilo cercano al del PNV, en el que el líder del partido nunca es la misma persona que lidera el Govern. Pero sus consejos al Govern no han hecho mucha mella. Le ha advertido que no haga "postureo" y se limite a "ajustarse a los deberes pendientes", pero poco después Puigdemont abrazaba el referéndum unilateral, el referendum sí o sí, en el que tan poco creía Artur Mas, entre otros dirigentes de la posconvergencia.
Sobre este referéndum, Mas ha avisado que puede acabar siendo un ejercicio de ridículo si los partidarios del no a la independencia no van a votar. En este sentido, el 'expresident' le ha preocupado la vía unilateral... hasta que finalmente Puigdemont ha lanzado la idea del referéndum en el Parlament -tras la propuesta lanzada por la ANC, aceptada por la CUP y por ERC, criticada inicialmente por Francesc Homs- y la posición oficial de Mas ha sido la de estar al lado de esta iniciativa.
EL FACTOR HUMANO Y EL PARTIDO
No es fácil, ha admitido el 'expresident', haber sido candidato cinco veces a la Generalitat, haber ganado en todas las ocaciones pero sólo haber gobernado durante 5 años. Y salir de Palau por la fuerza de los diez diputados decisivos de la CUP. Él ha afirmado no sentir rencor alguno pero sus declaraciones sobre Anna Gabriel o sobre los incumplimientos de los 'cupaires' són más que elocuentes.
Dijo entonces el 'expresident que se dedicaría a preparar el cónclave en el que CDC se transformaba. No fue una preparación gloriosa, a la vista de la catarsis vivida, debido a las propuestas de nuevos nombres que la militancia de base rechazó enérgicamente. Tampoco pareció que Mas tejía una candidatura de consenso ni que se ponían bases ideológicas sólidas. Más bien que dejaba a los suyos pelearse. Eso sí, reservándose el papel de presidente, en el que ha dejado a Marta Pascal llevar las riendas y el día a día.
Hoy Mas dosifica sus apariciones, y está a las puertas del juicio por el 9-N, que le podría inhabilitar, con lo que todas las especulaciones que él mismo ha hecho sobre su regreso (en una eventual república catalana...) caerían en saco roto. Mientras, y atendiendo al factor humano, puede dedicar más tiempo a su familia y a hablar con más libertad, pese a que esto a veces haya evidenciado que no siempre sus pronósticos se acaban cumpliendo.
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