Navarro se impone a los críticos pero sin firmar la paz interna

Pere Navarro recibe el aplauso del consejo nacional del PSC, ayer.

Pere Navarro recibe el aplauso del consejo nacional del PSC, ayer.

JOSE RICO / Barcelona

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El guion volvió a repetirse en la sede del PSC. El partido fijó su nuevo rumbo soberanista en el sentido que marcaba el primer secretario, Pere Navarro, pero el incontestable apoyo que obtuvo el desmarque de la consulta no ha logrado ahuyentar la amenaza de un cisma a corto o medio plazo. Los dirigentes críticos, que se resignaron a aceptar una derrota que estaba cantada y que fue incluso mayor de la que podía esperarse, teniendo en cuenta que la votación fue secreta, optaron por no tomar decisiones en caliente. Abrieron un periodo de reflexión antes de determinar si acatan el no a la solicitud del referendo al Congreso o rompen por segunda vez la disciplina de voto, algo que podría suponerles la expulsión del grupo parlamentario. Con ello, aplazaron una posible ruptura interna hasta el 4 de diciembre, fecha prevista para debatir la petición de la consulta en el Parlament.

La dirección logró el espaldarazo a sus tesis del 83% del consejo nacional, el máximo órgano entre congresos del PSC, mientras que el ala catalanista se tuvo que conformar con el 13% de los apoyos. La correlación de fuerzas superó las proporciones tradicionales en las filas socialistas. Por ejemplo, en el último congreso, Navarro derrotó a Joan Ignasi Elena por el 75% de los votos frente al 25%, y el mismo resultado se dio cuando el líder batió a la exconsellera Montserrat Tura y se hizo con el cartel electoral de las autonómicas. El cierre de filas contra el proceso soberanista no dejó lugar a dudas, y más después de que los díscolos reuniesen las firmas necesarias para forzar que una votación en urna, y no a mano alzada.

La necesidad de esquivar una imagen de fractura llevó a la cúpula y al sector crítico a exprimir las negociaciones en busca del consenso, hasta el punto de que la reunión comenzó con más de una hora de retraso porque Navarro y su número dos, Antonio Balmón, seguían encerrados con los líderes de las dos corrientes críticas, Elena y Àngel Ros, para tratar de llegar a un acuerdo que no se produjo, pero estuvo cerca. Entre la noche del sábado y la mañana de ayer, la dirección incluyó en su resolución varias demandas de los díscolos, como la defensa de que sea la comisión bilateral Estado-Generalitat la que negocie las condiciones del referendo.

ACUERDO IMPOSIBLE / Sin embargo, la dirección se mostró inflexible en la exigencia de Ros y Elena de que el documento no comprometiese el voto negativo del grupo parlamentario antes de conocer la letra de la solicitud de CiU, ERC e ICV. Constatado el desencuentro, los díscolos impulsaron un texto alternativo que se limitaba a rechazar «iniciativas unilaterales», sin precisar sentidos de voto. Pero Navarro quería zanjar la imagen de ambigüedad que ha dado el PSC, a riesgo de ser alineado con el PP y Ciutadans en el bloque del no.

El líder también buscaba arrinconar a los críticos, a quienes dedicó, en un claro gesto de presión, una dura reprimenda. Les recordó que tienen la «obligación moral y democrática» de respetar las decisiones de la mayoría, y deploró el «ruido permanente» que generan y que, a su juicio, contribuye a «desfigurar» el proyecto del PSC. La mayoría de consejeros que tomaron luego la palabra, como el expresident José Montilla y el exalcalde de Barcelona Jordi Hereu, arroparon a Navarro, aunque evitaron cargar las tintas contra los críticos y llamaron a la unidad.

Solo el exdiputado Joan Ferran pidió abiertamente la salida de la ejecutiva de quienes actúen con «deslealtad» respecto las decisiones de la mayoría. Elena propuso que el no a la consulta se sometiese a consulta interna de toda la militancia. La exdiputada Laia Bonet alertó del «riesgo de escisión», y el diputado Xavier Sabaté instó a Navarro a frenar la votación y seguir negociando con los díscolos para evitar una ruptura irreparable. El mensaje de Sabaté, barón de la federación tarraconense, enojó al entorno de Navarro, que, según fuentes del consejo, le afeó el gesto.

Pero la propia dirección reconoce que, pese a su gesto de autoridad, no tiene blindada la unidad de voto en el Parlament. «Vamos a intentar que no se produzca el conflicto», admitía un alto dirigente. Fuentes de las dos corrientes críticas, Avancem y Agrupament Socialista, se emplazaron a seguir dialogando en el seno del grupo parlamentario y prometieron actuar en «coherencia y consecuencia». Pero son conscientes de que el aplastante resultado les deja en una encrucijada endiablada.

Si el 4 de diciembre optan por acatar la decisión de la mayoría y rechazar la petición del referendo, habrán renunciado a sus posiciones a favor de la disciplina de voto. Pero si vuelven a romper, según la dirección, deberán pasar al Grupo Mixto y «el partido no les perdonará». Claro que, en ese caso y según cuántos se desmarcasen, el PSC perdería su condición de tercera fuerza parlamentaria.