COMISIÓN DE INVESTIGACIÓN

Ferrusola echa balones fuera sobre su fortuna

JOSE RICO / BARCELONA

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Genio y figura demostró una vez más la esposa de Jordi PujolMarta Ferrusola, mujer de fuerte y colérico carácter, como su propio marido ha reconocido sin rubor en más de una ocasión, quiso repetir ante el Parlament el silencio con el que respondió a la jueza que investiga el patrimonio del clan. Pero ni siquiera se dio la oportunidad de contar hasta 10 cuando los diputados empezaron a lanzarle dardos. No aclaró ninguna de las incógnitas que planean sobre su persona, y menos las relacionadas con su marido y sus hijos, pero con sus breves intervenciones guardó con gran fidelidad su patrón de madre protectora, mujer conservadora y modelo de catalanismo.

Horas antes de arribar en taxi al Parlament, Ferrusola ya había comunicado al presidente de la comisión de investigación, David Fernàndez, su propósito de no declarar. Se suponía que, asesorada por sus abogados, había decidido suscribir las explicaciones de su marido y aguantar con estoicismo las preguntas de la oposición. "Buenas tardes. Con todo el respeto por el Parlament y por lo que representa, yo prefiero acogerme a la posibilidad de no declarar. Por lo tanto, no declararé nada. Ya está", ventiló en su primera intervención. Pero no estuvo. Al primer puyazo del republicano Oriol Amorós, la matriarca del clan salió de su trinchera para defender la honorabilidad de la familia.

Aunque fue poca cosa, al declarar Ferrusola se ahorró la comparación con Fèlix Millet, el saqueador confeso del Palau de la Música que no quiso abrir la boca en su día ante el Parlament. Pero con sus insistentes "no lo sé" ante los interrogantes planteados por los grupos, la mujer de Pujol recordó por unos momentos a la infanta Cristina cuando fue preguntada por el juez por los negocios de su marido. En este caso, los asuntos que no le constaban a Ferrusola eran las presuntas corruptelas en las relaciones entre la Generalitat y las empresas de sus hijos y la gestión bancaria del legado de su suegro.

SIN CONCURSO

Sobre su empresa propia, Hidroplant, de la que era accionista y consejera y que se benefició de varios contratos con la Administración durante los mandatos de Pujol, Ferrusola aseguró la firma "nunca" se presentó a concursos públicos, a pesar de que proporcionó plantas ornamentales y su mantenimiento al menos a cuatro 'conselleries' (Presidència, Economia, Governació y Medi Ambient).

Negó cualquier trato de favor de su marido hacia ella o hacia sus hijos durante los 23 años en la Generalitat, se parapetó tras su "pequeña memoria" para esquivar las preguntas sobre el legado oculto en el extranjero, remitió a su esposo como único conocedor de las cuentas bancarias del matrimonio e, incluso, rechazó que sean una familia de clase alta en estos términos: "No tenemos ni un duro. Mis hijos van con una mano delante y otra detrás". Pocas horas tardaría su primogénito, Jordi, en desmentir tanta austeridad con sus listas de empresas y coches de lujo de su propiedad. Lejos de renegar de algún comportamiento, Ferrusola se declaró "orgullosa" de sus siete herederos.

La esposa del 'expresident' sí tuvo interés en negar la acusación que el exteniente coronel de la Guardia Civil José Matas Zapata, destinado más de dos décadas en Andorra, hizo recaer sobre ella: que entre 1991 y 1997 viajó con escoltas cada dos o tres meses al país pirenaico. ¿A qué iba? Ferrusola tachó de "trola" que en esos viajes se dedicase a hacer gestiones bancarias con la fortuna familiar. De las siete veces que admitió haber ido al principado, tres lo hizo en nombre de una fundación contra el cáncer y cuatro fue, lisa y llanamente, para satisfacer uno su 'hobby' del esquí.

SOFLAMA NACIONALISTA

La matriarca llevó su altivez al extremo de confesarse arropada, ella y Pujol, por muchos catalanes. Y al final no pudo resistir la tentación de lanzar un fogonazo de invocación catalanista frente al cerco de la oposición. Su "Catalunya no se merece esto", convenientemente explotado por Ciutadans, que estaba en el uso de la palabra, recordó a aquel escudo nacionalista detrás del que su marido se protegió de todo ataque personal y político en sus más de dos décadas como 'president'.