Marcos Ana: "Hay que ser feliz en la lucha, como don Quijote»

Al terminar la guerra civil fue detenido por su militancia comunista. Estuvo 22 años entre rejas. Entró con 19 y salió con 41. Empezó a escribir poemas mientras estaba preso. Consiguió sacar clandestinamente sus escritos. Cuando alguien le pregunta qué es el hambre, su respuesta es: «El hambre es algo espantoso que hace que te metas de todo en la boca, desde agua hervida con cinturones para que sepa a algo, hasta la hierba que crece entre las baldosas y la corteza de los árboles». En el 2007 publicó 'Decidme cómo es un árbol', donde repasó su vida, incluida su lucha en América Latina por los derechos de los más desfavorecidos. Es el preso del franquismo que más años pasó en la cárcel. Comunista convencido, pide a la sociedad en general y a la juventud en particular que salgan a la calle, que protesten y que luchen por los derechos que tanto tiempo costó conquistar

Marcos Ana, en su domicilio en el madrileño barrio de Salamanca.

Marcos Ana, en su domicilio en el madrileño barrio de Salamanca.

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En casa de Marcos Ana, un humilde piso de alquiler en el barrio de Salamanca de Madrid, no cabe ni un libro más. En sus paredes tampoco caben más fotos (su hijo es cámara y fotógrafo profesional). Y en su nevera tampoco hay hueco para un imán más: está invadida por cuatro palabras: Paz, Solidaridad, Igualdad y Futuro. Cuatro palabras que compiten en la cocina con los carteles de recordatorio para tomar determinadas medicinas. A sus 94 años, a Marcos Ana no solo le desbordan los libros, las fotos, las palabras de justicia. También lo hacen las ideas. Revolucionarias, por supuesto. El poeta vuelve a repasar su vida en Vale la pena luchar (Espasa), un manual contra la injustica y una llamada a los jóvenes (y no tan jóvenes) a no quedarse sentados.

-Su generación se jugó la vida. Pasaron hambre, frío, censura, tortura y exilio. Pero la actual generación de jóvenes se siente la peor tratada de la historia, la que lo está pasando peor y la que tiene un futuro más negro.

-Cada generación tiene sus cosas. La nuestra sufrió la guerra. España se dividió en dos.

-Por eso. ¿No le da la sensación de que somos unos niñatos quejicas?

-No, para nada. No queremos que paséis lo que nosotros pasamos. Pero es verdad que a veces la juventud recuerda poco el pasado. Los jóvenes tienen insuficiencias, pero no son ni la libertad ni la vida. Yo entré en la cárcel con 19 y salí con 41.

-¿Le ha dicho alguna vez a su hijo: 'Ay, si hubieras sufrido lo que yo'?

-No, pero eso sí que se lo escuché a mis padres. Yo era de una familia de jornaleros del campo. Éramos muy pobres. Pasamos hambre. La experiencia que saco es que las ideas y la dignidad son más fuertes que todas esas vicisitudes. Si no fuera así, yo me hubiera convertido en una bestia. Y soy una persona sin rencor. De verdad. Somos diferentes a ellos. Si yo tuviera el rencor de la policía que me torturó sería igual que ellos. La venganza y la revancha no construyen nada.

Vale la pena luchar, afirma. ¿Por qué? ¿Por qué merece la pena salir a la calle, tener ideales, protestar?

-

-Porque todavía hay injusticias, porque hay gente que se muere de hambre en España. Hay miles de familias que viven de la pensión de los abuelos. No nos merecemos esto. Hemos luchado mucho por un futuro diferente y mejor para nuestros hijos.

-¿El 15-M demostró que la juventud no estaba muerta?

-Lo llevo en el corazón. Qué momento de rebeldía y de exaltación de la juventud.

-¿Se lanzó a Sol también?

-Sí, estuve con ellos. Llegaba para estar un rato, pero alguien cogía un megáfono y decía: «¡Marcos Ana está aquí, con nosotros!». Y me quedaba hasta la madrugada.

-La rabia de esos jóvenes, ¿era la misma rabia de ustedes cuando luchaban contra el fascismo?

-Rabia no sé si es la palabra.

-¿Ilusión?

-Sí. Es que rabia da a entender que nuestra lucha era descontrolada. Yo siempre tuve una actitud seria y positiva, incluso en la lucha. Nuestra lucha era justa. En los primeros momentos de la guerra hubo muchas atrocidades, en un campo y en otro. En el nuestro, el de la República, solo ocurrió en los primeros meses. Ellos mataron durante 40 años.

-¿España volverá a ser republicana?

Yo creo que sí. Pero la historia necesita mucho tiempo. No se puede organizar una insurrección armada, sino pacífica. Hay que calentar las calles, las plazas…

-¿Y una dictadura? ¿La podríamos volver a sufrir?

-No. Y menos en la Europa de hoy. En aquella época, estaban Hitler y Mussolini.

-La corrupción está alcanzando límites insoportables. ¿De verdad merece la pena salir a la calle?

-El primer paso sería organizar unas elecciones y conseguir un régimen más seriamente democrático.

-¿Este Gobierno no le parece seriamente democrático?

-El PP es partido de la extrema derecha, tiene que haber una coalición de partidos que represente más a este país. Y, sobre todo, ganar la calle. La calle debería ser siempre nuestra, pero es tan difícil... Hay gente que no quiere que avancemos. Y luego está el peso del capitalismo, no nos olvidemos. El capitalismo solo tiene una ley: la del máximo beneficio.

-¿Quién es hoy un revolucionario?

-Los que luchan contra esta situación. Los que quieren cambiar las cosas. Hace falta que la juventud se llene de rebeldía e indignación por los recortes, por las pensiones, por la sanidad y por la educación. Son cosas que hemos ganado y ahora están en tela de juicio.

-¿Le afectan los recortes?

-Bueno, tengo cobertura médica porque pertenezco a una asociación de escritores y periodistas. Vivo con mi hijo, que es cámara de televisión y gana dinero suficiente. No tenemos coche. Si necesito uno, tengo amigos que me lo prestan. Digamos que tengo una vida decente, normal. La avaricia rompe el saco.

-Pasó 23 años entre rejas.

-Comparado con aquello, esto es el paraíso. Pero, vamos, hay que tender a vivir mejor y, sobre todo, pensar en que tus hijos vivan mejor.

-¿Cuántas veces piensa en los 23 años de cárcel?

-Yo no mucho, pero la gente me habla de ello constantemente (risas). Además, me invitan a muchos actos. Pero yo, contento con mi vida y con mi pasado. He tenido la vida que he querido vivir, la de un revolucionario. Cuando me metí en la lucha sabía lo que era, sabía sus riesgos y los asumí. Luchar contra las desigualdades y la injusticia. Sabía que podía pagar un peaje. Y salí de la cárcel con las mismas ideas.

-A pesar de la tortura.

-Recuerdo cuando la policía descubrió un periódico que habíamos hecho. Cogieron a un muchacho y lo torturaron. Les dije que yo era el autor de ese periódico. Me destrozaron. Pero la imaginación juega un papel importante. Y yo me imaginaba que tenía dos formas de volver a la cárcel: sin mirar a los ojos de mis camaradas o volver deshecho pero intacto y tener el orgullo de mis compañeros.

-Tampoco le hubieran reprochado nada, ¿no?

-Había gente que no podía aguantar. Recuerdo un chico muy majo, pero que se dobló. Estaba recién casado y llevaron a su mujer, que estaba embarazada, delante de él y la torturaron. Se vino abajo y dijo todo lo que sabía. No fue mi caso. Tuve voluntad. Pero, claro, yo no tenía esa situación familiar.

-¿Solo hace voluntad hace falta para resistirse?

-Hay toda una mística revolucionaria. Recuerdo que me acababan de torturar y vi que alguien me tiraba un papel. Era un retrato de Lenin arrancado de un periódico. En ese momento me sentí más fuerte que la policía. Hagan lo que me hagan, pensé, yo no entrego a nadie.

-¿Y no hay que estar también un poco loco?

-No, qué va. Te aterrorizaba la idea de que el cerebro no te funcionara. Ese era el peligro.

-¿Siempre tuvo la cabeza bien, en su sitio?

-Sí, y me torturaron mucho. Yo, desde pequeño, he tenido una militancia muy fuerte. De joven era muy católico porque mi familia era católica y recuerdo hacer penitencia cuando cometía pecados. Pero ¿qué pecados puede cometer un chico de 15 años? Ninguno, pero yo por entonces tenía fe. Luego la perdí.

-Hoy vivimos instalados en el miedo. Miedo a perder el trabajo, a no poder pagar la hipoteca, a que nuestros hijos no vivan mejor…

-Bueno, algunos tienen miedo y otros no. La gente se organiza, lucha y se manifiesta. Hay que dominar el miedo. Esa es la clave. Los valientes también sienten en el miedo, pero lo saben controlar.

-¿Cuál es el principal consejo que le ha dado a su hijo?

-Mi hijo es el autor de todas estas fotos (señala las paredes del comedor). Ahora está en Brasil, pero no de vacaciones sino con un macuto al hombro y trabajando. El principal consejo que le he dado es que sea digno de sí mismo. Que si algo no va bien, que lo corrija. Que sea consecuente en la vida. Y que aprenda a ser feliz en la felicidad de los demás. Y también en las penas. Eso es muy importante. Salir de tu pellejo y que tu pellejo no sea el perímetro del mundo. El compañerismo y la fraternidad son los valores que nos mantenían unidos a nosotros.

-¿No está cansado de luchar?-No. Hay que seguir luchando, aunque a veces sea una utopía. Hay que ser feliz en la lucha, como don Quijote luchando contra molinos de viento. Una vida sin proyecto es una vida vacía y aburrida.

-Hoy, nuestro proyecto, es conseguir pagar la hipoteca. 

-Eso nos pasa a todos. Yo también pago el alquiler de esta casa. Eso nos pasa a los que pertenecemos a la clase de los desposeídos, qué le vamos a hacer.