La izquierda huérfana

Cuando Mas inició su viaje a Ítaca, el PSC lo tenía todo para ejercer de auténtica oposición

JOAQUIM COLL

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En los debates identitarios, la izquierda pierde, sobre todo si no tiene las ideas claras. La prueba son los resultados del 27-S. En una sociedad de izquierdas como la catalana, el PSC solo ha sido capaz de salvar los muebles en el último minuto. Y Catalunya Sí que es Pot, cuyas expectativas eran muy altas, se ha quedado por debajo de los 13 diputados que sacó ICV-EUiA. Para Miquel Iceta, lograr 16 diputados y el 12,7% de los votos es un «éxito», y tiene razón. Las encuestas apuntaban una debacle. La remontada se debe a tres factores: a que el candidato ha combinado inteligencia y gracia; a un discurso finalmente desacomplejado con la idea de España, término que por primera vez figuraba en el lema de campaña, y a la presencia diaria de presidentes autonómicos y dirigentes del PSOE, empezando por Pedro Sánchez, que ha arriesgado mucho. Pero es un resultado pobre. Con una participación récord del 77,4%, el PSC ha desaprovechado una oportunidad de oro. No ha sido capaz de encarnar el voto útil.

Cuando Artur Mas inició hace tres años su viaje a Ítaca, el socialismo catalán lo tenía todo para ejercer de auténtica oposición. Hubiera podido desempeñar el papel que en Quebec juegan los federalistas del Partido Liberal, fuerza que ocupa el espacio del centro progresista. Aquí el ideario socialdemócrata del PSC coincide con los valores más a la izquierda de la sociedad catalana en justicia social e igualdad de oportunidades. Una oposición sin tapujos al separatismo no era incompatible con una tradición inequívocamente catalanista como la suya. Además, disponía de un proyecto de reforma federal que el PSOE ha acabado abanderando. El PSC, pues, lo tenía todo. Pero le faltó convicción. O mejor dicho, le fallaron sus dirigentes. La escisión interna era inevitable, pero nadie se atrevió a forzarla, esperando que la clarificación ocurriera por decantación natural. Entre tanto han ido enviando mensajes confusos al electorado. Por eso el voto útil ha sido Ciutadans, y no el PSC. También los alcaldes metropolitanos deberían reflexionar sobre el error de no querer levantar ninguna bandera en todo este tiempo.

En el caso de la coalición de Podemos con ICV-EUiA ha sido peor. Para empezar, la elección de un nombre cacofónico (Catalunya Sí que es Pot), fruto de querer traducir al catalán el grito popular contra los desahucios («Sí se puede»). Un candidato, Lluís Rabell, desconocido y sin ningún atractivo específico. Incapacidad por fijar el debate sanitario como eje de su campaña frente a Junts pel Sí. Tenían un filón y lo han desaprovechado. Y una ambigüedad ante el plebiscito separatista cuando su potencial electorado, sobre todo las clases populares de los barrios metropolitanos, quería claridad, y no incomprensibles mejunjes sobre procesos constituyentes. La izquierda huérfana se ha refugiado en Ciutadans.