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Homérica lección sobre la riqueza en España

CARLES Cols

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Tan devaluada anda la imagen de España que ni siquiera es obligado pedir disculpas por parafrasear a alguien tan soez comoHomer Simpson. Se lo dice a su hijo en un capítulo. «Bart, con 10.000 dólares seríamos millonarios». Tan burra afirmación no podía ser más oportuna ahora que el Gobierno reabre el debate que dejó aparcado hace un año, cuando el ministro plenipotenciario José Blancoplanteó que una renta alta en España es ganar más de 50.000 euros brutos anuales, y que sobre la espalda de esosricoses donde había que cargar el aumento de los ingresos del Estado visto que la crisis no era pasajera.

Puede parecerle una fortuna a cualquier mileurista. También para muchos funcionarios que verán por primera vez menguar sus nóminas esos 50.000 euros brutos pueden resultar envidiables. Pero en un país en el que, por su alocada historia reciente, las familias pagan un diezmo a Hacienda y otro, en forma de hipoteca y de por vida, al banco, la propuesta deBlancoera de mal gusto por sus formas. Ricos en deudas. Curioso concepto.

Ahora, aunque de forma atropellada, la cuestión de salir del hoyo a costa de auparse sobre los hombros de las rentas más altas la ha puesto sobre la mesa el propioJosé Luis Rodríguez Zapatero. No ha dicho ni cómo ni cuándo, y esa, tal vez, sea la mejor lección del caso. La política española, y la catalana también, parecen guiarse en estas últimas semanas por un único faro: reducir el déficit. No hay vida más allá de ese objetivo que impone la UE. De ahí el debate casi agrio que el pasado martes –relatan testigos presenciales– enfrentó en la reunión semanal del Consell Executiu alconsellerAntoni Castells, por una parte, con sus colegas de GovernMar Serna,Carme CapdevilayJoan Saura.Estos y otrosconsellersque prefirieron no intervenir quedaron impactados por lo que consideraron una exhibición neoliberal deCastells, dispuesto a llevar más allá que el propio Gobierno español el recorte de salarios. ¿Neoliberal? Dicen que el consellerde Economia conoce como la palma de su mano las telarañas de la caja de caudales de la Generalitat. De ahí su rudeza. Pero también la rareza de que descartara, como se propuso en esa reunión, subir el tramo autonómico del IRPF a losricos catalanes.

Reducir el déficit. Ese es el faro. Y una vez llegados a puerto, ¿qué? Esa es la acongojante incógnita, pues no hay apenas debate político sobre qué quiere ser España cuando recupere las constantes vitales si no pretende, claro está, volver a la economía de ficción de la última década que tan bien podría definirse con otra frase deHomer Simpson. «Hijo, si de verdad quieres algo en esta vida, tienes que trabajar para lograrlo. ¡Ahora silencio! Van a anunciar los números de la lotería».