LA NUEVA LEGISLATURA

La guerra de los relojes

El presidente del Gobierno en funciones, Mariano Rajoy, y el líder del PSOE, Pedro Sánchez, en una imagen tomada el pasado año en Barcelona.

El presidente del Gobierno en funciones, Mariano Rajoy, y el líder del PSOE, Pedro Sánchez, en una imagen tomada el pasado año en Barcelona. / periodico

GEMMA ROBLES / MADRID

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Jornada final y con doble sorpresa de la primera ronda de contactos emprendida por Felipe VI en torno a la investidura. El líder de Podemos, Pablo Iglesias, abrió el día ofertando un Gobierno con PSOE e IU en el que él pondría varios ministros –incluyéndose como vicepresidente y al catalán Xavi Domènech como responsable de una cartera plurinacional- y una densa hoja de negociación con todo tipo de asuntos, también el referéndum en Catalunya, pero “sin líneas rojas”. Golpe de efecto y con efecto, hasta el punto de que noqueó a un Partido Socialista que tuvo que sobreponerse de la impresión causada por el anuncio como pudo y precipitó que Mariano Rajoy diera ‘un pas al costat’ para declinar, al menos por el momento, el encargo de investidura. Pese a que Felipe VI se lo llegó a proponer.

Cierto es que Rajoy llevaba días deshojando la margaritay que una parte relevante de su partido no entendía que su jefe estuviera dispuesto, como había sugerido, a someterse a un primer intento de ser investido. A algunos cargos populares les espantaba que fuera sin avales “a un aquelarre”, y abogaban por la renuncia o por ganar tiempo para forzar a que Pedro Sánchez se expusiera al Congreso ya y se “quemase”. Hasta la últimamente silente Esperanza Aguirre levantó la voz para instar a su líder a ceder la presidencia del Gobierno, si era la condición para lograr un pacto con PSOE y Ciudadanos que impidiera a los 'morados' tocar poder.  

Rajoy, esta vez sí, ha escuchado el ‘quejío’ de compañeros. Se aferra a una petición de ‘tiempo muerto en un partido definitivo para 

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España, para él y su futuro político y que tiene dificil ganar. No lo oculta. Pero no se da por vencido o busca sustituto/a. Busca ahora aplazar la cuenta atrás para repetición de elecciones. “En estos momentos no sólo no tengo una mayoría de votos a favor; tengo una mayoría absoluta acreditada en contra”, planteó en La Moncloa. Declara pues el presidente en funciones la guerra de los relojes y maniobra ‘in extremis’ para forzar otra ronda de negociaciones que, inevitablemente, coincidirá con la segunda ronda de contactos que abrirá el jefe del Estado. A partir del miércoles.

PRESIÓN A DIESTRA Y SINIESTRA

Tras este frenético viernes de enero el país queda ‘en pause’. El equipo de Pedro Sánchez intenta recuperar e imponer la calma dentro y fuera de sus filas. No será fácil. Todos los ojos se fijan ahora en el secretario general del puño y la rosa. Toma vigencia el dicho ‘hay miradas que matan’ (políticamente) o quisieran hacerlo. La presión le llega por la derecha (PP y C’s) y la izquierda (Podemos e IU) del arco político. Por el franco diestro y siniestro de su propio ejército, lo más peligroso, y en vísperas de un comité federal fijado para el sábado 30.

“Se parece [la oferta de Iglesias] mucho más a un intento de humillación al PSOE que a una voluntad real de negociar nada”, opinó Eduardo Madina en un tweet. “O gobierno del PP o elecciones”, había sentenciado ya el jueves Alfonso Guerra en la revista Tiempo. “Para llegar a un acuerdo con un partido lo primero que hay que hacer es respeta ra sus dirigentes, sus militantes y por supuesto sus votantes. Y luego tener un proyecto político para España”, proclamó Alfredo Pérez Rubalcaba en Facebook.

El entorno de Sánchez y él mismo intentan eludir el debate en casa y se concentran en la posible investidura, en hacer frente a la pinza con forma de crono que con más o menos voluntad, han terminado formando un Rajoy que opta por no precipitarse y un Iglesias que exige premura. “La decisión de Rajoy es más propia de un antisistema que de un presidente en funciones […] Si no puede afrontar su decisión, debería irse”, enfatizó el secretario de Organización del PSOE, César Luena, minutos después de la comparecencia ‘monclovita’.

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DE SONRISAS Y MENSAJES

A mediodía, había sido su secretario general quien frenó las ansias negociadoras de los podemistas. Porque también entre Sánchez e Iglesias, entre Pedro y Pablo, como se llaman entre ellos, hay guerra de tiempos. El socialista apuesta por esperar para negociar a que Rajoy tire, de verdad, la toalla. El podemista considera que es innecesario y hay que avanzar. Hay también resquemor por las formas en que se difundió la propuesta 'morada'. “El Rey ha sido quien me ha informado sobre esa propuesta. Entré en Zarzuela sin gobierno y por lo que he visto tengo ya todos los ministros y ministras nombrados”, ironizó Sánchez ante la prensa, refugiándose en un tono fronterizo entre la crítica y el humor.

Tampoco sentó bien el augurio que Ile dedicó a su potencial socio. "Que sea presidente es una sonrisa del destino que me tendrá que agradecer", espetó Iglesias, aunque minutos después le envió un mensaje para invitarle a debatir su oferta. Pese a los desaires y la intencionalidad de cogerle con el pie cambiado en un camino que no ha hecho más que empezar, Sánchez respondió, reclamó calma, respeto a los procedimientos y emplazó a su interlocutor a hablar el fin de semana. El primer paso para un gobierno de izquierdas, oído lo oído, exigirá sincronizar relojes.