Mirador
España no es Gran Bretaña
Adiferencia de los medios de comunicación internacionales, los medios españoles han reaccionado, salvo honrosas excepciones, o bien minimizando la magnitud de lo sucedido o bien criminalizando a CiU por, según ellos, haber provocado, si no organizado, la gran manifestación del martes. Lo mismo, en definitiva, que dijeron cuando se extendieron las consultas populares por pueblos y ciudades de Catalunya.
Creer que CiU está detrás de la manifestación es exagerar muchísimo el poder de la federación nacionalista y, al mismo tiempo, minusvalorar a la sociedad catalana. Este tipo de relatos beben de la absurda pero esforzadamente propagada teoría según la cual el nacionalismo catalán o catalanismo no es más que un invento, un engañabobos, que cuenta con mucho menos apoyo del que se cree. El catalanismo no sería, pues, más que un tigre de papel, unas sombras chinescas creadas por -resumo mucho- los políticos catalanes y TV-3.
La realidad es que el catalanismo no está bajo el control de CiU (menos aún del capital), sino que la federación y otras opciones son expresión y están al servicio de ese catalanismo. Son instrumentos. El día que CiU deje de sintonizar con una parte sustancial de los catalanes, será CiU quien tenga un problema, no los catalanes. Igualmente, no son los manifestantes los que bailan al son de CiU -pese que muchos son votantes o militantes suyos-, sino que es CiU la que, igual que el resto de fuerzas políticas, debe procurar sacar conclusiones acertadas de lo que sucede, sin dejarse impresionar por los que le exigen que declare ya la independencia, pero consciente de que algo importante está pasando. En el primer compás, elpresidentha estado bien: ha salido a la palestra, ha hecho suyo el mensaje y ha anunciado que recibirá de inmediato a los organizadores de la marcha. No ha dejado que la ola le pasara por encima.
Los ciudadanos alzaron la voz a favor de la independencia en lo que fue una nueva expresión del malestar por agravios e injusticias diversos. Dicen: «Ja n'hi ha prou» o «hasta aquí hemos llegado». Pero ni aMasni a nadie se le escapa que Catalunya no es Escocia. O, mejor, que España no es Gran Bretaña. DifícilmenteMariano Rajoyse sentará conMaspara charlar tranquilamente del referendo sobre la independencia como hizoDavid CameronconAlex Salmond. Es difícil adivinar hasta dónde puede llegar el Estado español ante la posibilidad de la independencia de Catalunya, pero seguro que es capaz de cosas mucho más desagradables que Gran Bretaña.
Masy su Gabinete, que se hallan entre la espada de los catalanes -de los independentistas y de los que no lo son- y la pared del Estado, debe administrar con inteligencia la situación. Sin dramatismo, pero midiendo cuidadosamente sus pasos.
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