PERFIL

Emilio Sánchez Ulled, un fiscal rojo y charnego

Le pusieron bajo el foco las imágenes del juicio del 9-N y la próxima semana presentará su informe definitivo sobre el 'caso Palau'

Emilio Sánchez Ulled

Emilio Sánchez Ulled / periodico

JAVIER PÉREZ ANDÚJAR

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En la planta 9 de la Fiscalía Provincial de Barcelona, en la Ciutat de la Justícia (una mole construida bajo la sospecha de las comisiones ilícitas), un folio impreso hace de rótulo a la puerta del fiscal anticorrupción. “Despacho coordinador nº 7. Fiscalía especial contra la corrupción y la criminalidad organizada. Ilmo. Sr. Emilio Sánchez. Fiscal Delegado”. Pero el nombre del fiscal se pronuncia completo por todas partes: Emilio Sánchez Ulled.

Imposible permanecer indiferente, a favor o a la contra, ante sus actuaciones y su personalidad, expresada mediante una oratoria irónica, afilada y llena de orgullo profesional. Le pusieron bajo el foco las imágenes televisadas del juicio del 9-N, con el que llevó a la inhabilitación a Artur MasIrene Rigau y Joana Ortega. En su oficina de fiscal aún andan por una estantería los anónimos, insultos (fascista, torturador...), que recibió durante el proceso.

La próxima semana, está previsto que Sánchez Ulled presente su informe definitivo sobre el juicio del 'caso Palau', donde pide condena para nombres mitológicos de la burguesía catalana. Siempre llega al trabajo en autobús. Hoy leía un libro del poeta maldito Leopoldo María Panero. Pero una de las lecturas que más le han marcado es 'Diario de un fiscal rural', del egipcio Tawfiq Al-Hakim. “Lo más parecido a un fiscal egipcio del siglo XIX es un fiscal español”, comenta.

COMO UN VAQUERO SOLITARIO

Tiene 51 años, viste traje y corbata, y lleva mochila a la espalda. Le gusta ir sin afeitar de días, como un proscrito, pero también como alguien que llega, hace justicia y se va como un vaquero solitario. Tiene algo de francotirador. “Mi aspiración es muy humilde. Me conformo con que todo quede escrito”.

Desde su mesa de trabajo en el despacho contempla una foto del chalet de sus padres en el campo, donde se sintió salvaje y donde preparó oposiciones. Solo sus íntimos conocen este lugar. En las paredes, un cartel del sindicato de la magistratura francesa, que muestra un puño levantando la balanza de la justicia, y la reproducción de un grabado de Goya de la serie 'Los desastres de la guerra'.

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Sobre la mesa, el retrato de su mujer y sus tres hijos. Ella es trabajadora social en un hospital, y son las historias que le cuenta, el tipo de trabajo que hace y las condiciones en que lo desempeña lo que le ayuda a no perder la percepción de la realidad. Alguna vez ha salido pitando al acabar un juicio para acompañar a los hijos en sus actividades. “Escogí tener familia y no me escaqueo amparándome en mi trabajo”. De padre extremeño (comercial de una empresa) y de madre leridana (maestra y ATS), Emilio Sánchez Ulled se declara de izquierdas, charnego y bilingüe. “Tú rico no eres, no lo pierdas de vista”, se recuerda.

VETERANOS CON CICATRICES

Se siente orgulloso de “haber crecido en una fiscalía progresista y pionera”, en Barcelona, de la que fue jefe Carlos Jiménez Villarejo y teniente fiscal José María Mena (ambos desterrados por haber levantado el 'caso Banca Catalana'), y donde coincidieron a un tiempo el primer fiscal anticorrupción, Carlos Ramos (luego nombrado juez del TSJC), el fiscal de delitos económicos Fernando Rodríguez Rey (ahora fiscal delegado de extranjería) y, también en delitos económicos, Sánchez Ulled. Como en una historia de Martin Scorsese, unos veteranos con cicatrices y unos chavales de provincias montando una gran aventura.

Durante sus primeros años de fiscal, Sánchez Ulled trabajó en la periferia barcelonesa. CornellàSabadell... En Badalona, donde conoció a Rodríguez Rey, luchó contra los delitos de heroína. En Manresa se enfrentó a quienes cebaban el ganado con clembuterol. En Mataró vivió la crisis del textil y acusó de delitos contra los trabajadores. Será precisamente con los casos de quiebras de empresas como se funde la especialidad de delitos económicos.

Fue a Varsovia para trabajar en la Oficina Europea de Lucha contra el Fraude, pasó dos años y regresó a la trinchera. Luego presidió la Unión Progresista de Fiscales y envió una carta a los socios comprometiéndose a trabajar “en defensa de los únicos que necesitan ser defendidos, que son los más débiles”.

-¿Cuántas horas trabaja al día, fiscal?

-¿Qué entendemos por horas?

Su sentido del humor como provocación tiene un trazo intelectual. Durante la carrera (la cursó en Lleida, donde nació y creció) se sintió próximo a la izquierda radical, y con unos amigos creó el Grupo Revolucionario de Gente Encantadora, cuya principal finalidad era fastidiar a los fachas de la facultad. Lector de cómics, ha colocado discretamente al pie de su ordenador en la fiscalía el cohete blanco y rojo de Tintín que le regalaron sus hijos. Guarda aquellos viejos álbumes con el lomo de tela de Editorial Juventud.

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También adora al Capitán Trueno y al agente Steve Pops. Detesta las películas de juicios. Es hombre de lealtades íntimas: su familia, sus ideas, su primera toga, con la que se quiere jubilar. Tiene placeres privados, pero no inconfesables. Por ejemplo, tomar una cerveza de las fuertes bajo el retrato de Jacques Brel en el café À la Mort Subite, de Bruselas.