EL PULSO INDEPENDENTISTA
Las siete diferencias entre el RUI y el 9-N
Xabi Barrena
Periodista
Periodista de la sección de Política
Fidel Masreal
Periodista
Licenciado en Ciències de la Comunicació por la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), curso de periodismo jurídico-político por la UAM-El País, ha ejercido como periodista político en Onda Cero, diari Menorca, Ràdio Barcelona (cadena SER) -donde fue jefe de la sección de Política- y Els Matins de TV3. Desde septiembre del 2008 es redactor en El Periódico, primero como cronista parlamentario en Madrid y en la actualidad especializado política catalana. Autor de "Conviure amb la depressió" (Mina, Eniclopèdia Catalana, 2007), "Game Over: els partits polítics, corrupció i vicis del sistema" (La Mansarda, 2013), "Cuentos Ex" (Magma Editorial, 2019) y "Contes del procés" (Magma, 2019). Colabora como analista en TVE, Catalunya Ràdio, SER Catalunya y RAC-1, entre otros.
XABI BARRENA / FIDEL MASREAL / BARCELONA
La primera reacción de muchos, cuando empezó a circular la idea del referéndum unilateral (RUI), es que no era otra cosa que una fotocopia del 9-N. De la consulta que debía ser y del proceso participativo que acabó siendo. Lo cierto es que si se acerca la mirada, y como en el inmortal pasatiempos en que hay que buscar las siete diferencias, se descubre que no son lo mismo. Falta por ver si al final, como canta Silvio Rodríguez, son iguales. Lo que sigue es la solución al pasatiempos, es decir, el recuento de las siete diferencias, al que se ha añadido una constante. Algo que sigue siendo, esto sí, igual.
CAMBIO DE LEGALIDAD
El 9-N se convocó bajo el paraguas jurídico del Estado. En una sucesiva derivación que empezaba en la propia Constitución de la que pende el Estatut y, de este, la ley de consultas. De ahí el celo de Artur MasArtur Mas por acatar las instrucciones del Tribunal Constitucional. El referéndum se convocará una vez el Parlament apruebe las tres leyes de desconexión del Estado. La ley de transitoriedad jurídica sancionará que las leyes del Estado ya no rigen en Catalunya, que crea un paraguas propio. Todo es cuestión de puntos de vista, claro, porque a ojos de los tribunales españoles ello no será más que un delito de sedición talla XXL. “El referéndum no será ilegal”, dice Carles Puigdemont, que usa el término “cambio de legalidad”.
NO ES UNA CONSULTA
El 9-N, precisamente porque se amparaba en el marco autonómico, no era vinculante. Huelga decir que cuando luego se transformó en un proceso participativo devino en poco menos que en un ‘happening’ festivo independentista a mayor gloria, como se vio aquella noche, del propio Mas, que recogió todos los ‘flashes’ mientras Oriol Junqueras contaba papeletas en Sant Vicenç dels Horts y la CUP se conformaba con el abrazo del ‘president’ con David Fernàndez. Lo del 2017 se pretende que sea decisivo, vinculante y ejecutable. El sueño de los secesionistas es que se pueda promover como el último paso hasta la independencia, sin más jerigonzas.
NO HABRÁ CRISIS DE CRECIMIENTO
Antes del 9-N, el frente pro-consulta se fue escindiendo. ICV se bajó del autobús cuando Mas renunció al 9-N original. ERC y la CUP volvieron a subirse tras un primer impulso de apearse. En este 2017 puede no haber referéndum porque no haya acuerdo para aprobar los presupuestos, con lo que se iría a elecciones anticipadas, pero, si todo el mundo cumple, no habrá escisiones y, en cambio, puede haber alguna suma (difícil, eso sí), como la de los ‘comuns’. la consigna es avanzar o caer porque el Estado lo impide con algo más que una notificación.
LA VISIÓN EXTERIOR
El 9-N fue visto con curiosidad en el ámbito internacional. Un proceso participativo que sacó a la calle a 2.300.000 personas. Pero entonces, cabe recordar que no había mayoría de independentista en el Parlament, ni el Govern era monolíticamente secesionista, como sí ocurre ahora. Además, la campaña del 27-S, y en buena parte 'gracias' a la gestión de la diplomacia española, hizo entrar la cuestión catalana en las principales cancillerías.
CORRECCIÓN DE ERRORES
El 9-N sirvió, sobre todo, como banco de pruebas. El Govern sabe ahora qué fallos hubo en esa pseudo-consulta (escasez de mesas de votación) y tiene intuiciones sobre cómo esquivar las dificultades técnicas (el censo). El Ejecutivo catalán tiene ahora mayor ‘know-how’.
PUIGDEMONT NO ES MAS
Más allá de la obviedad ontológica, Mas carga con el prejuicio de ser converso al independentismo. Puigdemont lo es desde siempre. Y no tiene miedo, a diferencia de su antecesor, a escenarios como el de Mossos d'Esquadra retirando urnas el día D. Y, a diferencia de Mas, ha afirmado muchas veces que él está en esto para culminar un trabajo. No muestra mayor ambición, como denota su discreto papel en el seno del PDC.
ERC ESTÁ AHORA EN EL GOVERN
Cuando Mas optó por obedecer al TC, ERC se desgañitó pidiendo entrar en el Govern para llevar a cabo lo que CDC no se atrevía a hacer. Oriol Junqueras y Raül Romeva llevan el peso técnico del referéndum. Las bravuconadas (o no) del 2014 les obligan a aguantar el pulso que establecerá el Estado.
ADDENDA
Por ser una cuestión exógena cabe señalarla aparte. En el 2014, en los círculos progresistas soberanistas, y ante la oleada de casos de corrupción en el PP, se frotaban las manos pensando en una derrota de Mariano Rajoy en el 2015 que posibilitara un Gobierno de izquierdas que solucionara la cuestión catalana. La situación será la opuesta. Rajoy sigue en la Moncloa, eso sí, sin mayoría absoluta, pero con el principal partido de la oposición hecho añicos. El PP sigue fuerte.
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