Días de banderas

Vista de la marcha de Societat Civil Catalana.

Vista de la marcha de Societat Civil Catalana. / periodico

Guillem Sànchez / Barcelona

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Nasir es un vendedor ambulante nacido en Pakistán que este domingo se ha acercado a Passeig de Gràcia para vender banderas españolas. En el brazo le quedan seis, lo que significa que, cuando faltan pocos minutos para que empiecen los discursos de la movilización convocada por Societat Civil Catalana, ha colocado solo la mitad. Él las ha comprado -probablemente- en un bazar chino. Las vende por cinco euros. Si se le pregunta cómo se ha enterado de que la bandera que se llevaba hoy era la española, sonríe y responde que no habla castellano. También sonríe, y responde lo mismo, cuando se le interroga acerca de cuánto ha pagado él por cada unidad en el bazar chino.

Hay decenas de vendedores paquistaníes como Nasir que este mañana se han acercado a la movilización unionista buscando españoles sin bandera. Hace pocos días, en la última marcha independentista, hicieron exactamente lo mismo cargados con ‘estelades’. Cada manifestante sin enseña es un cliente. Alguien a quien sonreír y lanzarle la pregunta: "¿Quieres bandera?".

Miles de banderas

Hasta este 29 de octubre del 2017, ni Bienvenida ni Dolores -hermanas- recuerdan haber cogido jamás una bandera española. Hoy Bienvenida empuña un palo en el que ondea una ‘rojigualda’ y Dolores lleva otra anudada al cuello a modo de capa. "No somos fachas", se apresuran a aclarar, "es nuestra manera de decir que queremos seguir dentro de España". Explicar por qué sienten esta necesidad, la de aferrarse a una bandera, cuando no la habían sentido en 53 años, guarda relación con su pasado. O así lo entienden ellas.

Las dos hermanas nacieron en Córdoba y emigraron a Barcelona a mediados de los 60. Bienvenida tenía 13 años, Dolores, 6. La mayor empezó a trabajar enseguida, en un negocio de marroquinería, "haciendo bolsos". La pequeña no tardó mucho en empezar a currar, la edad mínima para acceder al mundo laboral entonces "estaba en los 14 años". Las dos han criado a sus hijos en Catalunya y aquí han vivido la mayor parte de su vida.

Ellas explican que a medida que ha ido creciendo el sentimiento independentista se han ido sintiendo "desplazadas" y "excluidas". Las últimas semanas han sido de "mucha tristeza". También de "angustia". Bienvenida dice que cuando era pequeña tuvo que escuchar algunas veces que "los andaluces eran unos muertos de hambre". Ocurrió en una época en la que la sociedad catalana llevaba 40 años estrangulada por el franquismo. Con la llegada de la democracia, dejó de escuchar ese tipo de cosas.

La hermana independentista

Las dos tienen una hermana pequeña que hoy no estaba en la manifestación. "Es independentista", cuentan. En el balcón de la casa de la ‘benjamina’ cuelga la otra bandera: la 'estelada'. El otro día, Dolores salió a fumar y la descubrió. "Le dije que ya estaba quitando eso, que le daba alergia", asegura. Añade que las dos se echaron a reír. Aunque afirma que es cierto que la sociedad catalana se está "fracturando", no hay ninguna grieta entre ellas y su hermana pequeña. Le soltó eso a su hermana porque, como reacción al independentismo, le ha brotado una reacción de rechazo al catalanismo. Sin embargo, si sale de Catalunya, y escucha a alguien criticando a Catalunya, siente lo contrario. "Tampoco nos gusta que se metan con los catalanes". En definitiva, su problema –o por lo menos ellas lo viven de este modo– es que no quieren "renunciar a sus raíces". Y no quieren escuchar a nadie que les diga que "tendrían que estar agradecidas a Catalunya". "No le debemos nada a nadie, lo que hemos hecho aquí ha sido trabajar durante toda la vida", zanjan.

300.000 personas

Junto a Bienvenida y Dolores este domingo han desfilado por la arteria comercial de Barcelona unas 300.000 personas –según la Guardia Urbana–. Una multitud llena de banderas españolas agitadas por vectores políticos distintos. En algunos casos, casi antagónicos: desde la derecha más nostálgica –o directamente falangista– con su lado casi opuesto, que podría representar un partido como Izquierda Unida, la formación que vota Miguel Ángel, el marido de Bienvenida.