MIRADOR

La derrota de España

JOAN Tapia

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El artículo 2 de la Carta Magna del 78 –que la mayoría de los ciudadanos y los partidos catalanes votaron– dice fundamentarse «en la incuestionable unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles» y que «reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las regiones y nacionalidades que la integran, y la solidaridad entre todas ellas».

Fue el fruto de una larga negociación de Miquel Roca (CiU) y Jordi Solé Tura (PSUC, luego PSC) con la UCD y el PSOE vigilados por el Ejército de Franco. Un pacto ambiguo, como otras constituciones, porque nacionalidad peca de ovni. Algunos catalanes, como Heribert Barrera, dijeron no. La mayoría apostó y Catalunya ha vivido la mejor etapa de autogobierno de su historia moderna. Hubo choques (la LOAPA) y desencuentros, pero pocos cuestionaban el modelo estatutario. Por el contrario, tras el aznarazo (2000-2004), los diputados independentistas saltaron de uno a ocho.

Con la vuelta del PSOE pareció que todo se encauzaba y que la España plural profundizaba el espíritu del 78. No ha sido así. A partir del 2004, los contrarios al nuevo Estatut lo usan para atizar bajas pasiones mientras que los que lo aprueban se asustan. Y Catalunya tampoco se sabe vender. Quizá tuvo razón Jordi Pujol cuando trabajó (en la acepción extensa del término) a los Anson para ser Español del Año de Abc.

Catalunya votó un nuevo Estatut, con una mayoría parlamentaria del 88%. El Congreso lo revalidó previo cepillado. Luego fue ratificado en referendo. Pero el PP hizo en España una agitación impresentable, lo recurrió ante el Constitucional y ha manipulado al tribunal todo lo que ha podido (Pablo Pérez Tremps).

Y ahora, el TC va a dictar una sentencia contraria y a trozos. Siempre creí que José Luis Rodríguez Zapatero sabría cumplir. O que Mariano Rajoy tendría un mínimo de prudencia. O que a los jueces les quedaba algo de sentido común. Pues no. Tras cuatro años, y en víspera electoral, no solo no constatan que el asunto es pantanoso, sino que quieren levantar acta de su incompetencia y falta de oportunidad. El fallo será la derrota de la España del 78. Quedará claro que el franquismo tenía entonces menos fuerza que hoy la estupidez satisfecha. Para muchos catalanes es el fin de la esperanza constitucional. El independentismo subirá, pero no arrastrará. ¿Es mejor luchar por ser otra Letonia que por estar en Europa a través de una España fea?

Madrid lo pone difícil. Podemos estar años entretenidos con la independencia cuando lo importante

Artur Mas lo dice martes, jueves y sábado– es ser un país competitivo y próspero. Habrán conseguido que Catalunya esté incómoda. Y España, con CiU en la duda y el PSC en crisis, quedará zombi.