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El cara a cara sigue prohibido

JOAN TAPIA

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Un rasgo del pujolismo fue luchar por las instituciones de autogobierno pero tender a monopolizarlas. Así, desde 1984 hasta el 2003 (seis elecciones), nunca hubo un debate televisado entre el president y el líder de la oposición, se llamara Obiols, Nadal o Maragall. TV-3 -que funcionó casi como una agencia gubernamental- hizo debates entre todos los candidatos. Pero nunca un cara a cara. Era algo poco acorde con los usos de la mayoría de los países europeos, que el president Montilla, bien que candidato no favorito, y el líder de CiU, Mas, en la oposición, habían decidido superar. No sin vacilaciones.

Habría sido un paso hacia la normalidad. ¿Por qué los catalanes no tienen el mismo derecho a un debate entre los dos principales candidatos que españoles, franceses, ingleses y americanos? Y el debate era conveniente porque la participación catalana es inferior en las autonómicas que en las generales (un promedio de más de 10 puntos de diferencia en los tres últimos comicios). Si en el 2008 los españoles contemplaron dos choques Zapatero-Rajoy, y ello ayudó a una participación alta (70,3%), ¿por qué aquí se ha vetado el cara a cara Montilla-Mas que subiría el interés político y la participación (solo el 56% en las últimas catalanas)?

Porque así lo han decidido las juntas electorales tras el recurso de tres partidos menores, todos salvo ICV (aplauso para Herrera). Cierto que el mapa catalán es más amplio que el español, ya que tenemos cinco partidos consolidados, el doble que España. Pero ahí está el debate del pasado domingo en el que seis partidos tuvieron el mismo tiempo con independencia de su porcentaje de votos. ¿Por qué, pues, Catalunya es anormal en materia de debates? Durante años, porque a Pujol, que tenía una concepción gaullista del poder, le interesó. Ahora porque lo han impedido ERC, PP, Ciutadans y las juntas electorales. Mala suerte.