ANÁLISIS

Balance de urgencia

El Rey juega con su hijo en los jardines de su residencia oficial, en octubre de 1975.

El Rey juega con su hijo en los jardines de su residencia oficial, en octubre de 1975.

JOSEP FONTANA

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En la historia del reinado de Juan Carlos I hay algunos puntos claros, como son los que se refieren a su elección como sucesor del general Franco y a sus difíciles comienzos; otros que necesitan todavía clarificación, como su implicación en el giro a la derecha que se inició con el golpe del 23-F, y un enigma final, como es el de conocer los motivos que han podido llevarle a la abdicación, algo que había descartado repetidamente y que no concuerda con el papel de intervención activa que asumió en sus recientes viajes a Arabia Saudí y el Golfo Pérsico.

Fue importante su elección como sucesor del general Franco, porque evitó que se recurriera a otras fórmulas, como la de establecer una regencia a la húngara, con un militar al frente del Estado, posibilidad con la que se había especulado en algunas ocasiones.

Sus primeros tiempos de reinado fueron difíciles: sin partidarios que le apoyasen -la tarde del 22 de noviembre de 1975, el mismo día en que se coronó, no acudió nadie a la Zarzuela a cumplimentarle- y con una capacidad de actuación limitada por la obstinación inmovilista de Arias. Y cuando inició, junto a Suárez, el camino de las reformas, no estaba claro cuál iba a ser su alcance. En los fragmentos del diario de Carmen Díaz de Rivera que conocemos hay esta anotación del 2 de julio de 1976, el día siguiente a la dimisión de Arias: «Juan Carlos está eufórico (...). Insisto en que hay que hacer la reforma en serio. Es tremendamente conservador». A lo cual añade: «Suárez está nervioso. En su euforia solo piensa en algunos retoques. Así no vamos a ningún sitio». Y el testimonio de esta mujer tiene mucho valor, teniendo en cuenta la relación íntima que mantuvo con ambos.

Suárez fue más allá de lo que podían tolerar los militares, irritados por los estatutos de autonomía y por el reingreso de los militares de la UMD, a la vez que preocupados por un terrorismo del cual eran víctimas. Presionado por los militares, el Rey proclamaba, en la Pascua Militar del 6 de enero de 1979,  que ya había llegado la hora de pedir responsabilidades a los políticos y que había que tener en cuenta a las Fuerzas  Armadas.

23-F: la sospecha de Suárez

Desde finales de octubre de 1980 corrían todo tipo de rumores sobre proyectos de golpe, incluyendo la solución Armada. Acosado por los militares y sin el apoyo del Rey, Suárez dimitió mientras se ponía en marcha el golpe del 23-F, en el que estaba convencido de que Juan Carlos estaba implicado (Manuel Vázquez Montalbán me contó que Suárez se lo dijo off the record en el transcurso de una entrevista, pero que le prohibió publicarlo).

Una vez controlado el tema autonómico con la LOAPA, y con la Constitución en pleno vigor, el papel de Juan Carlos quedaba reducido al de las pocas funciones que le otorgaba el texto constitucional. El resto de su reinado carece de interés desde un punto de vista histórico y solo destaca por una conducta poco ejemplar que le llevó al insólito gesto de pedir perdón en público.