37 AÑOS DE CONVULSIONES

Convergència i Unió, el cántaro y la fuente

Los socios de federación habían superado hasta ahora mil y una crisis provocadas por el perfil de Duran y las cuotas de poder

Jordi Pujol y Duran Lleida, en el Palau de la Generalitat, el 8 de febrero de 1997.

Jordi Pujol y Duran Lleida, en el Palau de la Generalitat, el 8 de febrero de 1997.

JOSE RICO / BARCELONA

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Tanto fue el cántaro a la fuente que al final se ha roto. Como cualquier matrimonio, y más en uno de conveniencia como este, el divorcio ha llegado después que las relaciones se hubiesen deteriorado a golpe de encontronazo en el último año. Pero las rencillas vienen de lejos, casi se podría decir que desde aquel 20 de septiembre de 1978 en que Ramon Trias Fargas y Miquel Coll y Alentorn firmasen el primer documento que unía a dos partidos que se casaron, atención, para «vertebrar el centroizquierda catalán». Es innegable que el experimento ha funcionado en las urnas, pero los tira y afloja entre CDC y Unió, entre Unió y CDC, se convirtieron en algo inherente a la propia existencia de la coalición, que luego se transformó en federación.

En las primeras décadas, el desencuentro más habitual era a la hora de elaborar las candidaturas municipales, por aquello de las cuotas de cada socio. La tensión llegó a tal extremo en 1991 que Miquel Roca y Josep Antoni Duran Lleida, cuyas relaciones no podían ser peores ante los intentos del primero de 'saltar' a la política española, tuvieron que firmar por separado el acuerdo para aquellos comicios. Tres años después, Unió y CDC votaron por separado la reforma del reglamento del Senado, lo que provocó, por primera vez, que sectores de Convergència planteasen la ruptura de la coalición. Como de costumbre, una reunión entre líderes, entonces Jordi Pujol y Duran, forzó la tregua.

El relevo del fundador

La escalada de Artur Mas en CDC promocionada por Pujol desató la crisis más profunda hasta la irrupción del soberanismo. Cuando hubo que suceder al fundador, Duran jugó sus cartas para hacerse con la etiqueta de delfín que el entonces 'president' tenía reservada para Mas. Pujol situó a ambos en el Govern y las hostilidades llevaron a Duran a ventilar en público las carencias de su rival, y a Mas a irritar a los democristianos apostando por la fusión de ambos partidos. Tres años duró una guerra civil que terminó con el vencedor de 'conseller en cap' y el vencido, fuera del Ejecutivo.

El armisticio comportó la conversión de la coalición en federación y más peso político para Duran, ungido hombre de CiU en Madrid. Pero el tiempo demostró que él y Mas nunca dejaron bien sellada aquella grieta. Lo evidenció el pacto del Estatut, forjado por Mas en la Moncloa con José Luis Rodríguez Zapatero y a espaldas de Duran. A medida que el Estatut se acercaba a la estocada del Tribunal Constitucional, Mas comenzó a cimentar una «'casa gran' del catalanismo» que nunca le hizo gracia a Duran, hasta el punto de amagar con renunciar a seguir comandando CiU en el Congreso. No pasó del amago.

El testamento de la federación se empezó a escribir el 24 de marzo del 2012, el día que Convergència se hizo oficialmente 'indepe', azuzado por el auge de este sentimiento entre los catalanes y espoleado una Diada tras otra a golpe de manifestación. El patrón para resolver las crisis internas también cambió. A diferencia de Pujol, la hornada de nuevos dirigentes convergentes ya no aceptaban solucionar las disputas mediante el regateo y los flirteos con un posible divorcio dejaron de disimularse. La cúpula de CDC llegó a conclusión de que Unió restaba más que sumaba, y el interés electoral mutuo que les retenía unidos se difuminó.

Al partido de Mas dejó de importarle enervar a Duran y, por ejemplo, en las europeas del 2014, obligó a Unió a prescindir de Salvador Sedó como candidato por su perfil no soberanista. Incluso ofreció una lista unitaria a ERC a sabiendas de la férrea oposición de su compañero de federación. Pasadas aquellas elecciones, Duran puso en marcha su abdicación por entregas. Dejó la secretaría general de CiU, pero no el liderazgo de Unió ni la portavocía del grupo en Madrid.

La hoja de ruta independentista ha sido la puntilla, después de una consulta, la del 9-N, a la que Duran fue a votar a regañadientes, y unas elecciones, las del 27-S, que Unió no quería ver ni en pintura.