EL PERFIL

Ada Colau, la primera alcaldesa

Exportavoz de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca, se impone en la capital catalana y tiene todos los números para presidir el gobierno local barcelonés

Ada Colau celebra su victoria en la sede de Barcelona en Comú.

Ada Colau celebra su victoria en la sede de Barcelona en Comú. / periodico

TONI SUST / BARCELONA

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Lluís Martí vive en La Bisbal del Penedès (Baix Penedès) y su casa, que todavía es suya, tiene algo de particular: allí fue donde, el 3 de noviembre del 2010, la Plataforma de Afectados por la Hipoteca paró su primer desahucio. Veinte personas, entre ellas Ada Colau y su compañero, Adrià Alemany, acudieron en su ayuda. La comisión judicial se fue con las manos vacías. Martí, que paró un total de seis desalojos, respondió emocionado el pasado viernes a la pregunta de si veía alcaldesa a Colau: "Ganará seguro. Si trabaja como trabajó en la PAH, que se preparen los corruptos".

Cuando se creó la PAH, en febrero del 2009, Colau ya llevaba tiempo de activista, una condición que dice que heredó de su madre, que la llevaba a manifestaciones y que, paradojas, ha trabajado de agente inmobiliaria. El activismo ha sido la profesión declarada por Colau hasta que dio el paso a la política. Estuvo en V de Vivienda, estuvo en el Taller contra la violencia inmobiliaria y urbanística, se disfrazó de Supervivienda y reventó actos de campaña electoral municipal de los que ahora son sus socios de ICV, como se descubrió estos días. Trabajó en la oenegé Observatori Desc.

Nacida en 1974, Colau vivió en el barrio del Guinardó y ahora reside en el Camp d'en Grassot. Es hija única, sus padres se separaron pronto, pero tiene familia numerosa: tres hermanas por la parte de su madre y un hermano y una hermana por parte de padre. Tiene un hijo de 4 años con el economista Adrià Alemany, con quien comparte vida, lucha y ahora, campaña. Estudió Filosofía e hizo un Erasmus en Milán. Siempre ha vivido de alquiler, con la excepción de un periodo en el que habitó viviendas ocupadas.

UN DÍA EN EL CONGRESO

En febrero del 2013, acudió al Congreso. Entonces nadie la conocía en el resto de España. En comisión, calificó de «criminal» a un banquero y afirmó: «Tendría que haberle tirado un zapato». La PAH ha parado 1.600 desahucios, pero sobre todo  ha logrado un cambio de paradigma de tal calibre que es considerada el principal éxito en el activismo social en España desde que los sindicatos tenían una verdadera influencia en la sociedad: contribuyó a que quienes se quedaban sin vivienda por impago de la hipoteca dejaran de pensar que la culpa era suya y se dieran cuenta de que las condiciones de su hipoteca eran, a menudo, profundamente injustas.

Pasados cinco años al frente de esa batalla, Colau lo dejó. Entonces dio a entender que no entraría en política, aunque de hecho dijo que no entraría en ningún partido existente. Le dio la vuelta a la tortilla. En lugar de someterse a la disciplina de un partido clásico, sometió a un partido clásico a su disciplina. ICV-EUiA aceptó un papel secundario y sacrificó a su jefe de filas en el consistorio, Ricard Gomà, a cambio de ir con ella a las urnas. Dicen en los corrillos que los ecosocialistas no tenían otra opción, que era eso o despeñarse, incluso quedarse fuera del ayuntamiento, en el que tanto tiempo estuvo en el equipo de gobierno con el PSC y ERC.

Colau se hizo su propia candidatura, donde se mezclan ingredientes que ya estaban en la política, ICV-EUiA, y otros nuevos, como Procés Constituent. No está la CUP: no quiso estar. Esa pugna entre dos listas que dicen representar lo más puro de la política y que defienden el fin de los privilegios ha hecho chirriar un poco el día a día de los de Barcelona en Comú en la campaña. En contra de los de Colau, el voto más romántico, que veía mucho más auténtica a la CUP. A favor de los de Colau, el voto útil: mucha gente se dio cuenta de que había opciones de derrotar a CiU, de «recuperar la ciudad para las personas», como dice la alcaldable.

LA HORA DE LOS PACTOS

Colau está cerca de convertirse en la primera alcaldesa de la historia de Barcelona. Para ello tendrá que apoyarse en otras fuerzas y demostrar así que es capaz de ceder y dialogar. Porque si de algo se la acusa es de tener escasa cintura en la discrepancia. Algo es cierto: en la PAH se hacía lo que ella decía. Y todo apunta a que en Barcelona en Comú, más o menos. Ahora tendrá que delegar y pactar, cerrar alianzas y probablemente no solo con otros partidos. Tendrá que afrontar la gestión de una Guardia Urbana que no la recibirá con flores. Tendrá que relacionarse con los estamentos económicos más poderosos de Barcelona. Esos ámbitos en los que se encuentran la política y el dinero. Tendrá que cumplir su promesa: «Echar a la mafia».