FIN A 43 AÑOS DE TERRORISMO

Se acabó, ¿verdad?

IÑAKI GONZÁLEZ / Periodista

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El problema del fin deETA es que tengamos que preguntar a otros para que nos confirmen lo que hemos entendido, lo que hemos querido entender o lo que han querido que entendamos. Rozamos la paranoia y tenemos que dar un paso atrás porque la organización nos ha acostumbrado a decir no diciendo, o a no decir sugiriendo.

Pero sí. Parece que sí. Que se rinden. Que no es cuestión de restregárselo a nadie, porque eso es lo que pedíamos y lo que no nos van a decir, pero a estas alturas, fracasado su objetivo de suplantar la voluntad popular y arrinconados sus miembros, se ha habilitado una salida alternativa a la de morir matando.

Me importa un comino la verborrea sabida. El único papel histórico de ETA ha sido durante 34 años secuestrar la voluntad democrática y enviar a sus propios miembros al desastre. Y digo 34 y no medio siglo porque su deuda histórica comienza donde decidimos poner el contador a cero. Y eso sucedió en 1977 para todos los que, durante ladictadura, cometieron delitos y atrocidades varias desde todas las direcciones.

Aquella fue la base de un proyecto de reconciliación difícil que aún tres décadas después sigue teniendo deudas pendientes, memorias por recuperar y resarcimientos explícitos que reivindicar. Esperemos que las deudas que deja ETA no tengan que esperar tanto, pero esperemos también que no sean esas facturas esgrimidas por interés las que impidan avanzar en términos de normalidad política.

Comodemócratas tenemos derecho a la insatisfacción por un final agridulce. Derecho a recordar que estas décadas de asesinato han sido repugnantes por sí mismas, no por la esterilidad de la estrategia. Ese es un espacio en el que aún tienen que avanzar muchos en laizquierda independentista vasca. Pero también como demócratas deberíamos asumir el compromiso de ceder un futuro distinto al que hemos heredado y vivido. Distinto al último siglo de constantes agravios sucesivos. Porque la victoria de hoy es sinónimo de razón y no de represalia. El rival político puede serlo de una vez sin ser el enemigo y la convicción política puede sustituir al exterminio de las ideas ajenas.

ETA no deja legados más allá del dolor inútil. Son las sociedades las que aprenden lecciones si sus líderes les orientan a ello. ¿Alguien quiere vencidos? Ya los hay. Sepamos ganarles. Sepamos cerrar las heridas sin olvidar ni renunciar al reconocimiento de la verdad. Pero sepamos hacerlo también diferenciando la línea entre la justicia y la venganza. No porque los asesinos merezcan más consideración en sus derechos, sino porque cuando dejan de serlo y pagan el precio del dolor causado merecen los mismos derechos a rehacer el futuro después del error. Es una dura prueba de convicción ética. Pero lo es de convicción en lademocracia.

Con tranquilidad, sin bajar la guardia pero con la grandeza de un compromiso por construir algo distinto de lo recibido. Sin recoger la herencia de quienes durante décadas se aferraron a un arma para sustituir un argumento. Porque lasociedad vasca es mejor que ellos hoy, como era mejor que aquellos otros terroristas de 1977. Déjennos pasar esas páginas.