EL ÓRDAGO INDEPENDENTISTA

Y 18 meses después...

Así se han movido las piezas en el tablero catalán durante el año y medio que, según el Govern, debía anteceder a la independencia

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ROGER PASCUAL / XABI BARRENA / BARCELONA

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Carles Puigdemont asumió la presidencia de la Generalitat el 10 de enero del 2016 con el reto de declarar llevar a Catalunya en un año y medio "a las puertas de un nuevo estado". "Y si puede ser en 15 meses mejor, nos hemos comprometido por un período temporal, transitorio, excepcional e irrepetible", explicó en el pleno de investidura. El plazo ha expirado esta semana con el referéndum unilateral anunciado para el 1-O. Repasamos cómo ha evolucionado el tablero político catalán en estos 18 meses.

CARLES PUIGDEMONT

El presidente de la Generalitat ha pasado en estos 18 meses de ser el 'president’ por accidente, a elección de Artur Mas, al líder de una tropa de samuráis prestos y dispuestos a combatir los embates del Gobierno y preparados para fenecer (políticamente) si la victoria no les sonríe.

Se encargó de disipar la primera duda, casi espontánea, que se generó con su llegada. ¿Se dedicaría a mantener la silla caliente para un retorno de Mas? ¿Querría prolongarse como ‘president’? Ni lo uno, ni lo otro. Puigdemont ha entendido el encargo recibido como la obligación de cerrar el ‘procés’, sea en un sentido o en el otro. Es esta una legislatura excepcional, nacida de unas elecciones excepcionales en las que los dos primeros partidos catalanes concurrieron juntos. Y, por encima de todo, afirmó que no iba a presentarse de nuevo a unas elecciones.

Presidente excepcional (en el sentido de poco frecuente) para un Govern excepcional, con un 58% de convergentes y un 42% de republicanos. En clave de partidos cabe decir que CDC, primero, PDECat, después, y ERC han mantenido las viejas disputas de siempre, en todos los órdenes y estamentos. Pero él no se ha involucrado en exceso en ellas, para enfado de sus correligionarios que le acusan de tibieza y de guardar poco los intereses de futuro de la fuerza.

No ha sido raro escucharle decir que él era presidente del Ejecutivo de Junts pel Sí, incluso este viernes, cuando se le preguntó por las cinco bajas (cuatro 'consellers') de su partido por ninguna de ERC.

Ha sabido lidiar con las tensiones ideológicas lógicas entre un partido de centroderecha y uno de centroizquierda. El episodio más grave fue a cuenta de la propuesta de subida del IRPF lanzada por el entorno republicano que el propio Puigdemont, aquí sí, en sintonía con su partido, liquidó con la resignación de los republicanos y el enfado de la CUP que haría causa de esta reforma impositiva para aprobar o no los presupuestos. Finalmente, los anticapitalistas, tras un primer ‘no’ en mayo,  se dieron por satisfechos, en otoño, con el anuncio del referéndum unilateral y, a regañadientes, aprobaron las cuentas del 2017.

ORIOL JUNQUERAS

Despojado de su némesis, Artur Mas, con quien tanto se había peleado en las bambalinas, por ejemplo, del 9-N y el día que nació la lista única, Oriol Junqueras ha hallado en Carles Puigdemont un buen compañero de trabajo. No un amigo, pero sí alguien en quien no temer que rebaje el objetivo final de la independencia.

Junqueras tenía como misión demostrar que ERC puede ser un eficiente partido de Govern. Leal con el ‘president’ y sus postulados y diligente en el despacho de asuntos. Es decir, todo lo contrario de lo que fue el paso de los republicanos en los tripartitos entre el 2003 y el 2010. La misión no era fácil cuando, además, el reparto de responsabilidades incluyó carteras tan sensibles como Salut y Economia i Hisenda, no solo en manos de ERC, sino, en el segundo caso, del propio líder.

Hacerse cargo de Economia con las arcas de la Generalitat vacías y los pagos controlados, vía FLA, por el Estado no era fácil. Y a pesar de todo, todos los indicadores señalan que las antiguas tensiones de caja han desaparecido y que la economía catalana marcha a unos niveles por encima de la media española y europea. Aunque justo es decir que la coyuntura económica internacional y española que le ha tocado a Junqueras es bien distinta de la que manejó su antecesor, Andreu Mas-Colell.

Bajo el mando de Junqueras, además, se ha desatrancado, parece que definitivamente, uno de esos proyectos que parecían encaminados a eternizarse cual canal Segarra-Garrigues, como es el de BCN World, ahora ya Hard Rock Entertainment World. El paso de estos 18 meses ha ido devolviendo a ERC el crédito demoscópico que los sondeos le daban poco antes del 9-N. Y a cada diputado más que las encuestas le daban se redoblaban las acusaciones de partidismo que recibían los republicanos por parte sus socios de Govern.

La cruz a todo esto es que el valor que hace subir el voto a Junqueras, su irremediable independentismo original, no sobrevenido, es el que le abre las puertas de par en par a una inhabilitación, aunque cierto es que ninguna de las 'conselleries' republicanas son tan nucleares para el 1-O como las que gestiona el PDECat. Consciente de ello, la apuesta de Junqueras y de ERC pasa por el todo o nada. O por vencer y ganar un estado, o perder y ser domado por el Estado.

CUP

Nunca antes 10 diputados de 135, o su equivalente en el Congreso, 26 de 350, habían conseguido tanto como lo alcanzado por la CUP en el día cero de estos 18 meses. Es decir, vetar a un presidente de la Generalitat o, en sus palabras, mandarlo a “la papelera de la historia”. Así que es lógico concluir que todo lo que hicieron a continuación fue ir para abajo. Eso no significa que hayan sido, ni mucho menos, dóciles.

Los anticapitalistas fueron los grandes beneficiados de una lista única CDC-ERC que expulsó a mucho votante anti-Mas hasta la órbita de los 'cupaires' Con esa fuerza, tuvieron un segundo momento álgido cuando vetaron la admisión a trámite de los presupuestos del 2016 Y si hay en el horizonte un referéndum unilateral, que no estaba incluido en el programa electoral de Junts pel Sí, es sin duda por obra y acción de las huestes de Anna Gabriel.

La factura por introducir esa consulta, casi obligada visto el estruendoso pero no suficiente 48% de voto independentista en el 27-S, fue aprobar las cuentas del 2017 sin poder rascar ni una décima de subida de impuestos al 4% de catalanes que, según ellos, ganan por encima de los 60.000 euros anuales. Los anticapitalistas también acusaron la campaña de acoso y derribo que el entorno convergente les lanzó durante la pelea por la finalmente evitada investidura de Artur Mas. Lo que es innegable es que el partido quedó partido y tuvo que recoserse para evitar, en el futuro, nuevas batallas internas.

Así, en el verano del 2016, la CUP abordó un cambio de dirección justamente para evitar espectáculos como la asamblea de Sabadell, del 29 de diciembre del 2015, y aquel empate infinito. Volvió a la primera línea el que fuera diputado Quim Arrufat, que se hizo con buena parte del protagonismo que en los primeros pasos de la legislatura había asumido Gabriel, con gran desgaste para ella. Tras aprobar los presupuestos, la huella de la CUP ha pasado a ser residual. Del 1-O depende, en parte, que mantenga en parte o en todo su fuerza.

ADA COLAU Y LOS 'COMUNS'

Dos semanas después de la sesión de investidura de Carles Puigdemont, Ada Colau anunciaba la intención de crear un nuevo partido. La idea era que En Comú Podem, que había ganado las elecciones generales en Catalunya (y que repetiría victoria seis meses después), pasara de marca electoral a alianza estable. La gestación fue más larga y turbulenta de lo esperado. Albano Dante Fachin decidió en el último momento que Podem no acompañaría a ICVBarcelona en Comú y EUiA en la asamblea fundacional de la nueva formación, para enfado monumental de Pablo Iglesias.

Pese a las negociaciones entre Xavier Domènech, Colau e Iglesias, no ha habido de momento manera de que los podemistas catalanes se sumen a los 'comuns', a excepción de los críticos con Fachin, que acabaron entrando en la dirección provisional. Los éxitos de En Comú Podem han dejado claro que la izquierda alternativa necesita sumar el máximo de fuerzas posibles si no quiere sufrir otro pinchazo como el de Catalunya Sí que es Pot.

El referéndum, la bandera que aupó al éxito al 'colauismo' en las generales y alentó la creación de la confluencia, se ha convertido en una piedra en el zapato para Colau y los suyos en los últimos meses. Después de una tregua con los independentistas con el Pacte Nacional pel Referèndum, común denominador soberanista, las hostilidades se han vuelto a desatar por las dudas de Catalunya en Comú respecto a la consulta unilateral.

Dejar la puerta abierta a participar o no es la opción que menos problemas podía generar de puertas adentro, ante la pluralidad de visiones en la materia. Pero de puertas afuera podía provocar, como así ha sido, un vendaval en el frente independentista, que contaba con los 'comuns' para que el 1-O tuviera más participación que el 9-N.

Colau ha tenido que salir a reiterar que su "predisposición a participar en el 1-O es clarísima" y que el Ayuntamiento de Barcelona pondrá "todas las facilidades para participar, sea lo que sea", pero los vaivenes de Iglesias y la ambigüedad 'comuna' siguen escamando a ERC. Pero los 'comuns' saben que si aspiran gobernar Catalunya, necesitarán seducir a los republicanos para que rompan el matrimonio con el PDECat.

ANC Y ÒMNIUM

La nueva legislatura empezó con los símbolos de las dos entidades soberanistas, Carme Forcadell (ANC) y Muriel Casals (Òmnium), ya en el Parlament. La prematura muerte de Casals, el 14 de febrero del 2016, cabe reseñarse como el episodio más triste de los cinco años del ‘procés’. ANC y Òmnium han mantenido, por un lado, el tono muscular en lo que a movilizaciones se refiere, destacando, una vez más, la Diada del 2016, en el paseo de Sant Joan de Barcelona.

Pero a la vista del desplazamiento a lo judicial del conflicto político, las entidades han ido acercándose a nuevos escenarios, como las manifestaciones ante el Palau de Justícia o las aceradas críticas a la acción encubierta del Estado, tipo ‘operación Cataluña’. En los últimos meses, y en el caso de Òmnium, su presidente, Jordi Cuixart, ha intentado crear una pista de aterrizaje al referéndum para los ‘comuns’. Aún es pronto para valorar el éxito de la iniciativa.

PDECAT

El reinado de Puigdemont empezó bajo el signo de CDC y acabará bajo el del PDECat. El partido se refundó en julio del 2016 acosado por una serie de descréditos de imagen, sobre todo la sombra de la corrupción, la de los recortes de la era Mas y cierto sambenito de que muchos cargos posconvergentes no se creen aún lo de la independencia. El principal problema del PDECat ha sido que no ha sido un solo partido, sino la suma de facciones que intentaban, al mismo tiempo, controlar el timón del partido y, a su vez, incidir en la política del Govern.

Temerosos de que se cayera en lo que algunos entendían como una radicalización, que les acercara en exceso a ERC, lo que sería funesto electoralmente, en el PDECat siempre ha habido quien ha marchado con el freno de mano puesto. De ahí la expeditiva remodelación, en dos tiempos, de un Puigdemont que nunca ha sido percibido dentro del partido como alguien realmente de los suyos. Aunque quizá el ’president’, de una vez por todas y con gestos como la reciente crisis de Govern, sea el que acabe con el sambenito de la tibieza.

CIUTADANS

La vida de Albert Rivera ha cambiado mucho en el último año y medio. Tras el subidón de entrar en el Congreso con 40 diputados el 20-D y el bajón de perder ocho el 26-J y no entrar ni en un Ggobierno del PSOE ni del PP, él y su partido se han adaptado al ecosistema madrileño. Después de la marcha de Rivera, Inés Arrimadas se ha asentado definitivamente como líder naranja en el Parlament.

La jefa de la oposición, que reconocía antes de ser cabeza de lista el 27-S del 2015 ser tímida y no seducirle la presencia mediática, se ha ido soltando. Sin vacilaciones en la crítica al 'procés', solo ha tenido que corregir un desliz, al verse obligada a matizar unas declaraciones en las que aseguraba que llevaba escolta "porque sabemos lo que pasa en Catalunya".

PSC

Mariano Rajoy estuvo a punto de provocar el divorcio entre el PSC y el PSOE, pero el 'no' de los socialistas catalanes a la investidura del líder del PP ha acabado reforzando a Miquel Iceta. En primer lugar, porque consiguió demostrar la autonomía del PSC y reforzar su discurso de izquierdas ante su electorado. Tras ser el principal escudero de Pedro Sánchez frente al asedio susanista, la caída del secretario general del PSOE obligó al líder del PSC a tirar de astucia --uno de sus puntos fuertes-- para recomponer los puentes.

Una vez consumada la reconquista sanchista, ha colocado a tres socialistas catalanes en la ejecutiva del PSOE y también ha conseguido que Sánchez sitúe a Catalunya como una prioridad, abrazando la idea de una "España plurinacional". Por el camino, además, Iceta también logró verse reforzado internamente al imponerse a Núria Parlon en las primarias del PSC.

CATALUNYA SÍ QUE ES POT

La coalición de izquierdas en el Parlament nació sin una pata, Barcelona en Comú, y sin la tutela de Ada Colau se ha convertido en una pelea de gallos continua entre Iniciativa y Podem. Joan Coscubiela, portavoz del grupo parlamentario, y Albano Dante Fachin han chocado una y otra vez, sobre todo desde que este último fuera elegido secretario general de Podem.

Fachin ha amagado en dos ocasiones con romper la coalición. Parecía que la creación de la confluencia de los 'comuns' serviría para poner orden, pero esta esperanza se truncó después de que Podem se descolgara en el último momento. Los encontronazos en Sí que es Pot no han parado de sucederse y el último motivo de desencuentro ha sido la presentación de la ley del referéndum, de la que ICV se borró pero a la que sí que acudieron Joan Josep Nuet (coordinador de EUiA), Fachin y otros dos diputados podemistas.

PPC

Xavier García Albiol, candidato del PP el 27-S, se ha convertido en el hombre fuerte del partido en Catalunya. Tras evitar un mayor batacazo electoral, en el congreso del pasado mes de marzo fue ungido nuevo líder popular. Algunos llegaron incluso a flirtear con la idea de un candidato alternativo para comandar el partido, pero no se atrevieron a dar el paso por falta de músculo y porque el dedo de Rajoy seguía apuntando inalterable.

Albiol fue elegido para abanderar un proyecto que los populares han bautizado como “‘post-procés’” pero que renuncia a cualquier perfil propio respecto de la dirección nacional del PP y repite además un sino del partido: los recelos y las guerras internas se plasmaron en torno a la nueva cúpula directiva impuesta en parte al líder para contentar a todas las familias. La renovación prometida se limitó a un encaje de piezas entre Albiol y otros nombres fuertes, como Alicia Sánchez-Camacho, los hermanos Fernández Díaz y la ministra Dolors Montserrat.