Riesgos de la nueva cultura digital

Youtubers hasta la extenuación

En el mundo digital, fidelizar sumerge en una espiral de autoexigencia y superación permanente que puede acabar quebrando a la persona

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Liliana Arroyo

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Uno de cada cuatro adolescentes quiere ser 'youtuber' de mayor. En mitad de un intenso debate sobre si puede considerar una profesión o no, bailan las cifras sobre los millones de suscriptores y, aún de manera más sonante, la cantidad de dinero que pueden ganar en cada vídeo. Estamos hablando de casos como el Rubius, que cuentan con más de 30 millones de seguidores, de largo el más seguido en España y entre los cinco más seguidos en el mundo. Más allá del éxito y el reconocimiento, empiezan a salir voces a contar los efectos secundarios de un estrellato preso de algoritmos caprichosos y audiencias insaciables.

Sobrecarga emocional

Hace pocos días en 'The Guardian' reunían las caras más famosas de Youtube que en los últimos meses han decidido frenar o pausar su carrera. De acuerdo con sus experiencias, hay cosas comunes entre sus historias de agotamiento y todas tienen que ver con una sobrecarga desproporcionada a nivel emocional, de rendimiento y de expectativas. De una forma u otra todos parecen describir la delgada línea que hay entre ser 'youtuber' y convertirse en esclavos de sí mismos.

Primero: una comunidad de millones de seguidores no se consigue con una casualidad viral, porque esta es volátil, efímera y pocas veces memorable. Contar con semejantes cifras de suscriptores tiene que ver con ofrecer algo único, entretenido, distinto, característico y sorprendente. Se trata de ir cultivando, ir seduciendo poco a poco con contenidos frecuentes, regulares pero que a la vez no se repitan. Ganar adeptos es el primer reto, mantenerlos es el siguiente. Fidelizar en el mundo digital sumerge en una espiral de autoexigencia y superación permanente que puede acabar quebrantando a la persona.

Tal vez es la hora de impulsar una cultura profesionalizada, acompañada y asesorada para todos los adolescentes que de mayores quieren ser 'influencers' 

En lo digital, segundo, la audiencia deja de ser simple espectadora y establece un diálogo. Pensad cuántas conversaciones tenéis al día en las distintas redes sociales, cuánto tiempo y energía os lleva. Ahora multiplicadlo por un millón. Y eso sin contar que una parte de los comentarios pueden ser obra de 'trolls' despiadados. Insostenible y angustiante tener todas esas miradas al acecho de cada una de las producciones. 'Trolls' aparte, hay un tema de escala, de magnitud relacional. Matt Lees, 'youtuber' de videojuegos, afirma que el cerebro humano no está preparado para interactuar con esas cantidades a diario. Sin querer descubrió el número de Dunbar, antropólogo evolutivo que descubrió la relación entre el tamaño del cerebro y el tamaño del grupo estable de relaciones. La respuesta para la especie humana es 150. La cifra puede ser más o menos aproximada, pero por mucho que nos manejemos con de maravilla con el móvil, todavía no estamos preparados para dar ese salto exponencial en el tamaño de nuestros círculos sociales.

Hay todavía un tercer elemento que no tiene que ver con el personaje ni con la audiencia, pero que en realidad es lo que mueve todos los hilos desde el tejado: los algoritmos que filtran e indexan los contenidos. Sirven para sortear y ordenar qué vídeos van a enseñar a quién y con qué prioridad. Así que indirectamente afectan sobre la apertura de la venta al mundo para quien mira, mientras entronizan (o desbancan) a quien se pone frente a la cámara. De eso depende el número de visualizaciones, de estas su posición en los 'rankings', de los cuáles depende su caché y es una sencilla vía de entrar en la espiral de la ansiedad rompedora. En palabras textuales, dicen los 'youtubers' que justo cuando están al borde del abismo es cuando "el agoritmo más te adora".

Este tipo de 'burn outs' no los habíamos visto nunca por el simple motivo de que antes de Youtube y demás plataformas era imposible que una sola persona con capacidad creativa pudiera llegar a construir tales audiencias millonarias. Sin salir de la habitación y superando incluso a grandes cadenas de televisión. El potencial constructivo y democratizador que eso tiene es incalculable, lo que sí podemos imaginar es que, si lo seguimos dejando como algo a resolver individualmente, cada cual con su canal, seguirán habiendo quemaduras innecesarias por el camino. Hemos comprobado ya que ser 'youtuber' en solitario puede ser perjudicial para la salud.

Volviendo a los adolescentes, ¿qué hacemos con ese 25% de ellos que quieren ser 'influencers'? Negarles el sueño y el talento es limitar sus oportunidades en ese mundo infinito. Quizá es el momento de impulsar una cultura 'youtuber' profesionalizada, acompañada y asesorada. Que no sea un David agotado contra Goliat en mitad de una jungla de cristal.