La clave

'Burkini', que hablen ellas

JUANCHO Dumall

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La capacidad del hombre para mezclar problemas reales con los que no lo son es ilimitada. Estamos asistiendo este verano a uno de esos episodios en los que se vienen mezclando prejuicios, recelos y medias verdades hasta convertir en un conflicto de Estado lo que no pasa de ser una polémica social de recorrido limitado: el uso del burkini, el traje de baño que se ponen algunas mujeres para cubrirse casi todo el cuerpo. Este diario aporta hoy diez testimonios de mujeres españolas muy ilustrativos de la posición de las usuarias de la prenda.

Dejemos de lado los argumentos higiénicos, manifiestamente absurdos, como apoyo para reclamar la prohibición de ese traje y fijémonos en los relacionados con la seguridad y, sobre todo, la convicencia. Son estos los que han hecho que algunos municipios franceses prohibieran el burkini, veto que ha contado con el respaldo del primer ministro, Manuel Valls. Seamos honestos: que una mujer se bañe en una playa de Cannes con un traje libremente escogido que le cubra piernas, brazos y cabeza, ¿es una amenaza para la armonía entre las distintas culturas que conviven en la sociedad francesa?, ¿un llamamiento a la violencia yihadista?, ¿una provocación? Más bien parece que las protestas contra el también llamado bañador islámico residen en la intolerancia de ciertas capas sociales que son, por desgracia, cada vez más amplias en Francia.

Que la polémica del burkini haya precedido al anuncio de que el Gobierno alemán estudia la restricción del uso del burka, el niqab o el chador integral en sitios públicos no hace sino añadir confusión a la controversia surgida en Francia.

La integración

En Alemania se señala que el burka supone «un obstáculo para la integración», lo que seguramente es cierto. Pero lo que está tristemente comprobado es que más problemas para la integración supone la mirada oblicua y atemorizada al que es diferente, la confusión de islam y terrorismo, el error de no distinguir entre la sumisión de la mujer -presente, por desgracia, no solo en le mundo musulmán- con unas costumbres atávicas, pero legítimas en una sociedad libre.