Para abrazarse hay que ser dos

Ya es tradición que el president de la Generalitat no asista a los actos oficiales de la Hispanidad. El motivo subyacente, el "Adéu, España!" de Joan Maragall, seguido, y nadie quiere recordarlo, de la respuesta de Unamuno: "Yo esta España tampoco la quiero".

Es evidente, cuando menos para quienes han mantenido el espriuano "recto camino", que los fundamentos del conflicto político son culturales. Los islotes de reconocimiento como el que en los peores tiempos impulsó un Díaz-Plaja con su excelente y monumental 'Historia general de las literaturas hispánicas' –estamos en 1949— han resultado siempre insignificantes en el océano del asimilacionismo. Solo en un cierto sentido que se debe precisar muy bien, se puede predicar de la cultura catalana que es española, conseller, y más le habría valido decir hispánica. No hay que olvidar en ningún momento que la cultura y la lengua catalana persisten a pesar de la secular voluntad española para reducirlas a reliquias del pasado.

{"zeta-legacy-destacado":{"strong":"Celebraremos la hispanidad","text":"\u00a0el d\u00eda que Jaume Cabr\u00e9 venda tanto en Espa\u00f1a como en Alemania, Francia o Italia"}}

Ahora bien, dado que la cultura es el territorio preferido de la fraternidad, y cuando deja de serlo sobrevienen las peores de las barbaries, hay que destacar de la comunidad cultural, ahora y aquí, que se mantenga unida en objetivos comunes en vez de dividirse por razones lingüísticas o alimentar las tensiones inherentes al 'procés'. Y aplaudir de los políticos, Mascarell, Vila, que no hayan laminado este tesoro.

Por todo ello, no estaría mal que el president Puigdemont anunciara que asistirá con mucho gusto a la Hispanidad, o que incluso promoverá una versión catalana 2.0, el día que Catalunya disponga de estado propio, y por lo tanto el español deje de serle hostil en tantos aspectos, sin olvidar el cultural.

Unamuno se lamentaba del fracaso de las obras de Maragall en castellano: ¡doce ejemplares vendidos! La fraternidad es inalterable, pero celebraremos la hispanidad sin reticencias el día que Jaume Cabré resulte tan vendido, conocido y valorado en España como en Alemania, Francia o Italia.