Gente corriente

Xavi Lucas González: «¿Cuántos abrazos daré de corazón este 2018?»

Psicólogo y exfutbolista. Durante 12 años dirigió la escuela de fútbol del CE Europa.Disfrutar, dice, es el gran motor del talento.

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CARME ESCALES

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Las metas, en el deporte y en la vida, porterías o canastas, líneas de llegada o fines laborales, ganancias y progresos deseados o autoexigidos tienen puntos de partida, momentos en que lo imaginamos, deseamos encarnar la realidad de ese sueño. Hoy (31-1) es punto de llegada y de partida. Doce segundos y doce uvas, el efímero brinco de un año a otro, tiempo de cerrar balances y renovar deseos. Xavi Lucas (Barcelona, 1979) reivindica el camino a la psique propia, a las emociones y a la bondad innata del ser humano para relacionarnos más auténticamente, con los otros y con nuestras metas y deseos.

–Dice la RAE  que psique significa alma. Sí, y es nuestra gran olvidada. Sin embargo es el principio de todo, el yo más auténtico nace ahí, el intelecto y la sensibilidad. Pero qué poca atención le prestamos.

–¿Qué lleva a esa desatención: el miedo, la desidia o la falta de educación emocional? Todo. El trabajo emocional no está presente en nuestra cultura. Pasamos carencias de padres a hijos. Damos muy poco valor a las emociones y apenas las sabemos distinguir.

–Póngame un ejemplo... Lloras de emoción al ver a tu hijo actuar en un espectáculo escolar y, al acabar, alguien que te vio, se te acerca y, poniéndote la mano en el hombro, te dice: «Si te puedo ayudar en algo, cuenta conmigo». Observo que vivimos en una sociedad muy fría, hay que ser valiente para mostrar sentimientos.

–Mostrarlos nos hace más vulnerables. Ser uno mismo es el mejor regalo que nos podemos hacer, y nuestra verdad es lo que más nos fortalece. ¿Preferimos que nuestros hijos crezcan entre hipocresía y engaño? Nuestra luz como personas únicas surge de nuestro interior, de la psique. Si nos cubrimos de capas de protección, egos, imposiciones de los otros, roles profesionales como capas de cebolla, enterramos al yo. Nadie se relacionará con él, ni yo mismo, si no me pregunto nunca cómo estoy.

–No me imagino a esos padres que se enfrentan, que insultan a los árbitros en los partidos de sus hijos, preguntándoles a las criaturas cómo están y si han disfrutado. Vivimos en una sociedad crispada y nos estamos jugando el tesoro de las generaciones más jóvenes. Eso nos debería hacer reflexionar. Entrenadores, maestros, árbitros, monitores y padres gestionamos las emociones de nuestros niños y niñas, ¿y somos nosotros maduros emocionalmente?

–¿Usted disfrutó como futbolista? No, yo nunca disfruté del deporte. Mi talento fue esclavo de mi exceso de responsabilidad y rigidez. Ahora sé que las emociones son el motor del talento y no al revés. Por eso yo fui siempre un jugador mediocre. Y por eso ahora comparto el divertómetro con mi hijo al acabar un partido. Le digo: del 1 al 10, ¿Cuánto te has divertido?. 

–¿El deporte puede suplir al psicólogo? Yo soy un defensor del deporte en cualquiera de sus disciplinas e intensidades como consciencia corporal, no estética. Pero, ¿de qué sirve ir al gimnasio si al salir fumo un cigarrillo? Psique y cuerpo son indivisibles. Vamos al fisio, al nutricionista, al médico, y ¿en manos de quién dejamos el dolor emocional que es el más intenso y doloroso? Me sigue sorprendiendo el estigma sobre el profesional de la psicología, el 'sherpa' que proporciona recursos para afrontar obstáculos y remontar emocionalmente.

–En una sociedad de personas con vía libre a su psique, sin miedo a adentrarse en su interior, ¿qué retos y metas imagina que corresponderían para un nuevo año? ¿Cuántos abrazos de corazón daré de corazón este 2018?, ¿cuántas veces me habré disculpado?, ¿cuántas gracias, cuántos besos habré repartido?, ¿cuánto habremos bailado, llorado, reído?, ¿cuántos goles habré metido disfrutando del partido?, ¿cuánto más habré descubierto de mí?, ¿cuánto me habré divertido?...