El cuerno del cruasán

Vuitton, Zurbarán, Chanel

JORDI PUNTÍ

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Desde hace unas semanas, la gente que pasea por el centro de Barcelona puede admirar a pie de calle varias obras del Museu Nacional d'Art de Catalunya, el MNAC. No los cuadros y esculturas originales, claro, sino reproducciones fotográficas a tamaño natural, de mucha calidad, que se sitúan en lugares estratégicos. En total son 33 obras, repartidas por la Diagonal, el paseo de Gràcia, la Rambla de Catalunya y algunos puntos de Ciutat Vella. La iniciativa tiene gracia porque desplaza el arte a un entorno inesperado, que de entrada te choca, y a veces incluso se crea un vínculo entre las obras y el lugar donde se exponen. El famoso retratoRamon Casas i Pere Romeu en un tàndem, del propioCasas,está colgado en la calle de Montsió, a un paso de Els Quatre Gats.El poble escalonat, deJoaquim Mir,es un delirio de formas y colores que se puede ver en la esquina de Còrsega y paseo de Gràcia, enfrente de un bufete de abogados que le da sombra con la contundencia de un código de leyes.

Hace unos días, chano chano, me dediqué a reseguir cada obra movido por una curiosidad malsana. Quería comprobar en qué estado se encontraban los cuadros después de unos días a la intemperie. Si alguien había caído en la tentación de pintar un bigote duchampiano en laInmaculada concepción,deZurbarán, o si el seño desnudo de laDona dormint, deFrancesc Gimeno,había atraído a algún poeta urbano, de esos que se expresan en las paredes de los lavabos públicos. La sorpresa fue notable: a parte de un par de grafitis tímidos, todos los cuadros seguían impolutos. Primero creí, ingenuamente, en el civismo de los transeúntes, pero en seguida me di cuenta de la realidad: la mayoría de gente pasa frente a los cuadros y ni los ve. Aunque sean obras singulares, quedan camuflados en la mezcla de luces, anuncios y escaparates de llamativas marcas que se disputan nuestra mirada. De repente comprendí por qué existen los museos. Hice una prueba. En una esquina muy concurrida, me paré frente aLa vicaría,deMarià Fortuny,y allí, en medio del paso, me puse a estudiar el cuadro con la atención de quien mira un Barça-Madrid. Al cabo de un minuto se habían parado cinco personas, a ver qué. Los curiosos llaman a más curiosos. Quizá valdría la pena que el MNAC tomara a algunos de los vigilantes del museo y los situara frente a los cuadros, vestidos de calle, como extras. Seguro que la Asociación de Comerciantes se quejaría.