La rueda

Vueling, ponte las pilas

CARLES SANS

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A pocos kilómetros de donde luzco bañador y pies descalzos está el aeropuerto de Ibiza, lugar en el que se forman interminables colas de viajeros de Vueling que advierten con desespero cómo se anulan sus vuelos. Mientras escribo este artículo leo que la compañía ha prometido normalizar sus servicios en la isla. ¿Cómo? Poniendo más personal, no sé si para que la gente encuentre más azafatos y azafatas a los que poder insultar por la rabia y la frustración que muchos van acumulando, o para que realmente el servicio sea el que tiene que ser. Salir de una isla presenta muchas más dificultades que hacerlo desde otro lugar, por lo que la sensación de 'no hay salida' es muy agobiante.

Hace poco me encontré en medio de un semiamotinamiento de pasajeros ante un mostrador de Vueling. Dos empleados soportaban como podían las amenazas de una turba dispuesta a saltar el mostrador con capacidad para cualquier barbaridad. De repente, uno de los cabecillas pidió calma y quiso hacer recapacitar a los rebeldes para que vieran que el objetivo de las iras no debía ser aquellos dos empleados, a los que definió de la siguiente manera: «Estos dos no tienen la culpa: son dos pringaos que pone la empresa». A lo que uno de ellos quiso defenderse replicando: «Oiga, no somos unos pringaos…» Pero el pasajero le espetó con rotundidad: «Sí. Sois unos pringaos, reconocedlo». Ambos pusieron cara de pringar. No había otra.

Es duro para los que quieren viajar y no pueden; para los que quieren llegar a tiempo y no les es posible; pero también lo es para los empleados que sin tener la culpa son el pimpampum de los justamente cabreados. Señores de Vueling, están haciendo mucho daño a mucha gente; pero se lo están haciendo también a ustedes. Pónganse las pilas o de lo contrario habrá que viajar con la competencia, compañías que cumplen con los horarios comprometidos.