Al contrataque

¿Voto obligatorio?

ANA PASTOR

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Esta semana, leyendo las informaciones que llegaban de las elecciones de Chile, algunos medios recordaban que, por primera vez, en ese país el voto no ha sido obligatorio. Y la primera consecuencia es que la abstención se ha disparado en la primera vuelta. Más de la mitad de los chilenos no fueron a votar. A mí personalmente me sigue llamando la atención que una acción que se presupone como un derecho sea una obligación en varios países europeos y también en algunos de Latinoamérica.

En nuestro continente hay varios modelos. Uno de los más duros lo encontramos en Luxemburgo y Bélgica. En este último país, no votar conlleva una multa económica de 50 euros como mínimo si no eres reincidente, y además si no participas como votante en las elecciones puedes tener, por ejemplo, problemas para renovar el pasaporte. Pero en los últimos años no ha habido apenas procesos contra estos insumisos que suponen en torno al 10% de la población.

En Luxemburgo, las multas son más elevadas. Pueden llegar a los 1.000 euros. En Brasil, hace pocas semanas se votó eliminar esa tradición en el Senado y no salió adelante porque fueron mayoría quienes defendieron que los ciudadanos tienen derechos pero también obligaciones, entre las cuales figura ir a las urnas. El contexto histórico explica para algunos estas decisiones. En el caso de Brasil, el debate parlamentario se centró en la falta de madurez política de su sociedad para ejercer sus derechos. Curioso argumento en el que supongo están incluidos ellos, los políticos. Como digo, puede resultar sorprendente obligar a alguien a ejercer un derecho.

El descontento

Quienes defienden el modelo obligatorio utilizan además el argumento de que es una manera de reducir la abstención electoral y fomentar la participación. Dicen, además, que puede ser una herramienta para plasmar el descontento social a través del voto en blanco en las urnas, porque no hay duda de que ahí no hay margen de error ni de interpretación: el cabreo es voto en blanco, la abstención puede ser eso pero muchas otras cosas más.

En España, por ejemplo, en las últimas elecciones generales (noviembre del 2011) la participación fue del 71,6%, mientras que la abstención fue del 28,3%. ¿Qué pasaría si en España el voto fuera obligatorio? ¿Cuál sería el resultado final de las elecciones? ¿Cambiaría el mapa político? Y lo más importante: ¿sería un paso atrás o nos implicaríamos más como ciudadanos? ¿Sería todo un ensayo sobre la lucidez, como diría el maestro Saramago?

Es posible que usted tenga una respuesta clara. A mí todavía me asaltan las dudas.