IDEAS
Volver a los básicos
Hace demasiados días que no leo, que no escribo, que me cuesta mucho concentrarme. El sector cultural ha quedado olvidado: cuando no estamos pendientes de la última ley, estamos poniéndonos al día con las lavadoras atrasadas, o haciendo la compra porque entre manifestación y manifestación lo doméstico nos patina, como en la canción. "Es domèstic avui me patina". La lectura es, de las cosas que me han patinado estos días, lo que más echo de menos. Por eso he vuelto a los básicos y he empezado a releer a Mercè Rodoreda. Empiezo por el final, el último libro que me leí: 'Quanta, quanta guerra'.
Como una especie de síndrome del nido, en el que empiezas a preparar la casa para la llegada del hijo, cada vez que tengo cerca el inicio de una novela hago una especie de recogimiento y vuelvo a los autores que no me han fallado nunca. No me importa releer a Natalia Ginzburg, Carson McCullers o Virginia Woolf. Se trata de los básicos de siempre. De 'Quanta, quanta guerra' me sigue fascinando no la historia, no el personaje, no nada. Es el catalán de Mercè Rodoreda, melódico, poético, con ese ritmo preciso, con ese vocabulario que ya hemos perdido en el día a día, en el catalán coloquial, lo que me absorbe.
Por una parte, siento el desencanto propio, de cuando aceptas que nada estará a la altura. Por otra, la inconsciencia de lanzarte a buscar tus propias palabras, las de una lengua que dentro de unos años habrá evolucionado —no me extrañaría que a peor— y ya sonará antigua, llena de matices y rica.
Cada vez es lo mismo, y todas las veces son distintas. En tu mente, toda la claridad. Frente a las primeras páginas, incontables dudas. Y los básicos de siempre acompañando la ceremonia de los principios, con toda su pomposidad, con columnas como ésta para cerciorarse de que sí, estás a punto de empezar otra historia, de la que no sabes nada, salvo que buscas la excelencia de Mercè Rodoreda, la lucidez en los detalles, la mirada. No la encontrarás, pero trabajarás en ello. Cuando ni siquiera un libro como 'Quanta, quanta guerra' te aguanta durante horas en las manos, es que algo grande ocurre.
En los últimos días, desde que no leo, no escribo y no me concentro, me he ocupado como nunca de los básicos. Creí que no me tocaría vivirlo.
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