El cuerno del cruasán
Visita guiada al país de mierda
Jordi Puntí
Escritor. Autor de 'Confeti' y 'Todo Messi. Ejercicios de estilo'.
JORDI Puntí
Hay gente que es racista y no lo sabe. A menudo son los mismos que dicen «yo no soy racista, pero¿» y detrás añaden una frase que sí, exactamente, es racista. Me di cuenta el pasado jueves leyendo en la web de este diario los comentarios al artículo deNajat el Hachmi. A su hijo, que tiene 9 años, unos niños le llamaron «moro de mierda» en la escuela, y la escritora lo contó en una columna. Se titulabaPobladísimo país de mierday estaba escrita con ironía y sutilidad. Lo que decía no era alarmista ni demagógico. Al contrario, dejaba constancia de una realidad nueva que su hijo tendrá que conocer (y rechazar) a partir de ahora, demasiado compleja para ser reducida a una simple anécdota. Para dar a entender que el caso de su hijo no era especial, sino que otros muchos viven la misma situación,Najat el Hachmise refería a un país de mierda, «del que todos hemos formado parte en un momento u otro y al que nos envían cada dos por tres». No hace falta ser licenciado para darse cuenta de que hablaba de un país imaginario, fétido, una región apestosa donde van a parar temporalmente quienes son enviados a la mierda o reciben el oprobio de ser calificados de mierda. Aun así, más de un lector le recriminaba que si no estaba bien en Catalunya, volviera a su país.
Qué lectura más deprimente, la de los comentarios. Como una visita guiada al país de mierda. Ahí estaban las reacciones de los racistas confesos, que aprovechaban el anonimato para desahogarse. Pero también el racismo disfrazado de los condescendientes, que reprochaban a la autora que no es para tanto, «son cosas de niños», y que a sus hijos también les llaman gordo de mierda, o burro de mierda, y no pasa nada, de mayores lo recordarán con esa nostalgia por el paraíso perdido de la infancia¿ O, aun, la reacción lamentable de los que lo veían como un hecho normal que hay que aceptar: «No te quejes,Najat; aquí recibimos todos», escribía un lector.
Más de un comentario provocaba vergüenza ajena. Se notaba que algunos no habían leído el artículo a fondo, solo pasaron de puntillas, entre líneas, como si les diera pereza pensar. La identificación furiosa de Catalunya con el país de la mierda es un buen ejemplo. Quizá fuera un problema de concentración, culpa de internet y de estos tiempos en que todo tiene que ser breve y rápido, o quizá fuera que prefieren el confort de los prejuicios, la seguridad que les dan los lugares comunes -precisamente donde anida el racismo.
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