Análisis

Violencia machista: un reflejo de la falta de igualdad real

Las denuncias han aumentado solo un 8% y en el 80% de los casos las mujeres no identifican como delito las agresiones sufridas

Manifestación contra la violencia doméstica

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Gemma Altell

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El Institut Català de les Dones y la Conselleria de Interior han presentado este lunes los resultados correspondientes al 2016 sobre la violencia machista en Catalunya. Lamentablemente no aporta buenas noticias que nos permitan pensar en mejoras relevantes en cuanto a la reducción de esta lacra social se refiere. Sin embargo, afortunadamente, pone luz sobre algunos elementos que, si bien las profesionales que llevamos años en el ámbito conocemos, no han sido suficientemente visibilizados.

Encontramos que el 41% de las mujeres con discapacidad han sufrido violencia por parte de parejas o exparejas, que el 15% de las trabajadoras han sufrido violencias en su ámbito laboral y que el 12% ha sufrido violencia grave en la infancia. Todos los casos nos hablan de factores de desigualdad aún mayores si cabe y que sitúan a las mujeres en una mayor vulnerabilidad. Seguimos constatando que estamos ante uno de los problemas más graves que tiene nuestro país (igual que el resto del mundo por otro lado). Estos resultados rompen con el estereotipo y hablan de otras violencias más allá de la pareja; menos visibles por ser menos conocidas y reconocidas y que afectan a mujeres que tienen aún más difícil denunciar estos delitos.

Encontramos también que más del 30% de las mujeres mayores de 16 años que viven en Catalunya han sufrido algún tipo de violencia de carácter machista por parte de alguien que no es su pareja y en más de la mitad de los casos las agresiones se han perpetrado en espacios públicos (de ocio, transporte público o la calle). Asimismo las denuncias han aumentado solo un 8% y en el 80% de los casos las mujeres no identifican como delito las agresiones sufridas. Todos estos datos dan cuenta de la falta de igualdad real que sigue existiendo y que nos lleva a tolerar como sociedad una violencia que, evidenciándose como cotidiana porque afecta a la mayoría de las mujeres, no nos lleva a una revolución. Ni siquiera en estos momentos de crecimiento –al menos aparente- del feminismo podemos identificar la vulneración de nuestros derechos de una forma rotunda. Este es el grado de permeabilidad y normalización de las violencias contra las mujeres.

Quiero pensar los resultados de esta encuesta pueden ser un primer paso para que, de una vez por todas, penetre la idea de que el problema está en la base de la pirámide de la violencia; que, como muestran los datos, las mujeres sentimos miedo cuando salimos a la calle de noche, o que tener un trabajo precario puede implicar verte sometida a un acoso sexual, o ir en el metro puede suponer que toquen tu cuerpo. Catalunya ya avanzó en su momento con una ley que superaba la estatal incorporando otras violencias machistas además de la de pareja. Ahora necesitamos que estos nuevos datos despierten una mayor conciencia pública para entender que las mujeres, en todas nuestras diversidades, sufrimos violencias. Quizá así aumenten las denuncias.