Malos tratos en la escuela

La violencia del cachete

Toda forma de castigo físico es perniciosa y lesiva: humilla a los niños, les refuerza un código agresivo y las conductas extremas

Dos niños hacen deberes después del colegio.

Dos niños hacen deberes después del colegio. / ARCHIVO / ELISENDA PONS

XAVIER MARTÍNEZ CELORRIO

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

En un reciente informe de Unicef se denuncia que el 60% de los niños del mundo  entre 2 y 14 años de edad (1.000 millones) sufren castigos físicos y agresiones psicológicas por parte de sus cuidadores. Otro 17% sufre métodos más violentos y severos de castigo. En cambio, cuando se pregunta a los adultos, tan solo uno de cada tres justifica el uso de castigos corporales como método correctivo. Cuanto más bajo es el nivel educativo y económico de los padres, más se justifica la disciplina violenta. Es un hábito de crianza que aún está muy arraigado en determinadas familias y padres que recibieron de pequeños el mismo trato.

El Comité de los Derechos del Niño de Naciones Unidas lo define como «cualquier castigo que utilice la fuerza física y que tenga por objeto causar cierto grado de dolor o malestar aunque sea leve». La  Carta Europea de Derechos Sociales insta a los Estados a proteger a la infancia contra la negligencia, la violencia y la explotación. En España, la ley 54/2007 suprimió el derecho correctivo de los padres a ejercer castigos físicos con penas de hasta un año.  El Código Civil de  Catalunya aún mantiene que los progenitores «pueden corregir proporcionada, razonable y moderadamente a los hijos, con pleno respeto a su dignidad». Es decir, no lo prohíbe de forma explícita y antepone el derecho correctivo de los padres a la dignidad de los niños. 

ACTO VIOLENTO

Hablemos claro. Pegar a un niño es un acto violento que lo maleduca. La investigación acumulada ha demostrado que toda forma de castigo físico es perniciosa y lesiva: humilla a los niños, les refuerza un código violento y conductas extremas, debilita su autoestima y hace aumentar el riesgo de abusar de la futura pareja o los futuros hijos. Cuanto más frecuente y sistemático sea, peor aún. Hablamos de daño físico y dolor como un automatismo que utilizan ciertos cuidadores para corregir malas conductas. 

Desde 1979 en que Suecia fue pionera en prohibir cualquier forma de coacción y castigo físico a la infancia, otros 40 países han seguido el mismo camino. Aunque hay excepciones notorias como EEUU, Francia o Gran Bretaña. Incluso en Rusia dan marcha atrás y han aprobado descriminalizar la violencia doméstica, dejando de ser delito  pegar a un hijo, a la esposa o a los abuelos una vez al año con moratones y arañazos. Todo ello para preservar la autoridad del padre. Es decir, para reforzar el patriarcado y su jerarquía.

LA SOCIEDAD PATRIARCAL

Ganarse la autoridad en base a la violencia y el maltrato es una constante de toda cultura y sociedad que sea patriarcal. Los derechos de la infancia han avanzado a un ritmo demasiado lento y no deben retroceder. El tolerado cachete educativo no muestra sino la forma violenta en que muchos fueron educados bajo el franquismo. No obstante, algunos jueces no consideran que un cachete o unos azotes sean casos de violencia punible. Si denuncian los hijos es que viven un infierno que no puede quedar impune.