Los jueves, economía

De viejos y de mano de obra

El creciente peso demográfico de las generaciones de más edad marcará el futuro del mercado laboral

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JOSEP OLIVER ALONSO

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El funcionamiento social exige la pervivencia de mitos, necesarios para la cohesión y estabilidad, que abarcan distintas esferas y con relevantes consecuencias económicas. Hoy quisiera llamar la atención acerca de uno de ellos: la negativa visión de la actividad económica de los mayores. Digamos, a partir de la jubilación. Viene ello a cuento de la sorpresa que me provocó escuchar, de boca de un presentador de la televisión pública catalana, la calificación de viejos atribuida a Donal Trump Hillary Clinton. Ese adjetivo me dio que pensar. Individuos con fortaleza y empeño como para presentarse a las primarias y a la carrera presidencial de EEUU, ¿viejos? Me pareció que el comentario reflejaba profundos mitos que deberíamos discutir. Mitos de una sociedad fascinada con lo joven, sobre la que siempre tuve mis dudas: las juventudes hitlerianas eran fanáticas defensoras de un nuevo orden mundial, que tenía de todo menos de nuevo.

Pero, dejando de lado ese aspecto, las dificultades de inserción laboral de los trabajadores de mayor edad tiene consecuencias económicas relevantes. De entre ellas, me gustaría destacar dos. Primero, el desprecio por la meritocracia que indica la discriminación por edad ('ageism', como lo llaman los anglosajones). En todos los debates acerca del papel de los mayores en nuestro mercado laboral, si algún aspecto está ausente es el de los méritos. ¿No sería más adecuado discutir en términos de contribución al crecimiento o en relación a la productividad generada?

PARTICIPACIÓN LABORAL

Segundo, la necesidad de adoptar medidas para fomentar la participación laboral de los activos de mayor edad. Porque en los últimos años hemos asistido a una verdadera revolución silenciosa: la del creciente peso de los mayores en la fuerza de trabajo en España. Así, mientras en el 2007 el 20% del empleo lo aportaban los de 50 a 64 años, ese porcentaje se ha elevado hoy al 28%, y continúa creciendo. Y, en paralelo a ese incremento, destaca el de una tasa de actividad que se ha encaramado sustancialmente, desde el 57% al 68%.

¿Qué ha sucedido? Parte de este proceso refleja las consecuencias de una crisis muy severa, que ha obligado a muchos a alargar su vida laboral. Pero, al margen de decisiones individuales, la base material de esa transformación no es otra que el creciente peso demográfico de las generaciones de más edad. Medido en relación a la población de 16 a 64 años, la de 50 a 64 años ha pasado de aportar del 25% al 30% entre el 2007 y el 2016. Ello no es más que la otra cara de la moneda de la inexorable y creciente pérdida de jóvenes que, en el mismo periodo, han retrocedido del 40% al 32%. Además, y eso es lo que realmente importa, esos cambios son solo la punta del iceberg de lo que nos espera.

Para entender a lo que nos enfrentamos, y algunas de sus consecuencias, echen un vistazo al último informe de la Comisión Europea ('The 2015 Ageing Report') sobre el envejecimiento, donde se analizan los impactos presupuestarios, sobre el mercado de trabajo y el crecimiento económico de un proceso que está transformando lenta, pero inexorablemente, la composición por edades de nuestras sociedades.

PESO DEMOGRÁFICO

Así, mientras en el 2013, tanto para la eurozona como para España, la proporción de población de 80 y más años sobre aquella en edad de trabajar se situaba en el 8%, en el 2040 ese peso se habrá más que doblado y, para España, alcanzará casi el 24% en 2050. Ello refleja, parcialmente, el más intenso aumento que se espera para el colectivo de 65 y más años, que habrá pasado de significar en el entorno del 18%-19% de la población, tanto en la eurozona como en España, al 28% y al 31% en el 2040, respectivamente.

Con ello, la importante ratio de dependencia (individuos de 65 y más años en relación a los de 15 a 64) aumentará, entre el 2013 y el 2040, a valores que, dado el aumento del gasto en pensiones y sanidad que implican, parecen no sostenibles: desde el 29% al 49% en la eurozona y del 27% al 54% en España y, para esta última, hasta el 62% en el 2050. Catalunya, por su parte, y aunque comparte la misma dinámica, presenta un panorama incluso peor.

Siempre ha tenido sentido distinguir entre capacidades y edad. Pero ahora, y para lo que se adivina para el próximo futuro, esta distinción es imperativa. Es por estos motivos por los que no sorprende la última propuesta del Bundesbank: continuar elevando la edad de jubilación, ahora hasta los 69 años. Es un proceso del que no hay escapatoria: un tiempo, pasado ya, está terminando. Y el nuevo que se anticipa nos obliga a cambiar. Por ello, sería conveniente modificar ya el chip mental respecto de lo que significa la edad. Inevitablemente, habrá que sustituir el jubilado por el trabajador de más edad.

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