MIRADOR

Viejos esquemas, nuevos partidos

Si se enfrenta de manera tan abierta con el independentismo, Colau solo puede aspirar a liderar el primer partido de los que se oponen a la república catalana

Ada Colau

Ada Colau / periodico

XAVIER BRU DE SALA

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Catalunya gira a la izquierda mientras España se mantiene en la derecha. En Catalunya acelera el independentismo mientras España refuerza el centralismo. Las bisagras por el centro han desaparecido (Unió) o han dejado de ser bisagras (Ciudadanos). Podemos se encuentra en fuera de juego y se dispone a convertirse en un partido pareciendo al PSOE de la transición: más de izquierdas, más partidario de la autodeterminación y más de lo que convenga... hasta que deje de convenir.

Catalunya se ha convertido en la piedra en el zapato de un régimen que unos dan por caducado y que favorece la desigualdad pero que se dispone a perdurar unos cuantos años más. La novedad, la auténtica novedad, es la rebelión catalana. A pesar de que las fuerzas son desiguales, no hay alternativa a la confrontación.

Por eso, porque de manera inexorable se acerca el momento de la verdad independentista, se estrechan las filas y se endurecen las actitudes y los argumentarios. A un lado, ERC, los posconvergentes y la CUP. Al otro, los constitucionalistas, PP, PSOE y C's. En progresiva decantación hacia un centralismo muy de izquierdas pero poco transformador, que tenemos muy visto, IC y por supuesto Podemos. Solo falta que se posicionen los 'comunes' de Ada Colau. Aunque cerca de la superficie afloren las discrepancias entre Junts pel Sí y la CUP, la línea principal de tensión se sitúa en el campo de los 'comunes', que no han dejado de ser atacados y hostigados desde el 'establishment' catalán a pesar de que se han convertido en el primer objetivo del independentismo impaciente.

En vez de contemporizar para mantener el voto de 'sus' independentistas, la actitud de los 'comunes' se parece a la de IC y Podemos, que desafían al independentismo de manera cada vez más abierta. De aquí el proyecto, nada inocente y muy calculado, de convertir el Born en territorio principal del antifranquismo, diluirlo i hollarlo como símbolo del 11-S y confrontar así dos memorias que de hecho son complementarias.

La alcaldesa aún no se ha manifestado, pero la deriva de los suyos indica que, en vez de tejer complicidades con el independentismo de izquierdas, pretende construir un relato alternativo de base social con aspiraciones de convertirse en hegemónico. Aunque el partido de Colau no haya nacido, el esquema no es nuevo.

Lo que ha cambiado es el contexto. Se han esfumado las expectativas de cambiar España o de encontrar en Madrid una vía satisfactoria para las reivindicaciones que alimentan el independentismo. Por eso, por mucho que se ampare de la bandera del antifranquismo y mucha iniciativa social que emprenda, si se enfrenta de manera tan abierta con el independentismo, Colau solo puede aspirar a liderar el primer partido de los que se oponen a la república catalana. ¿Antes azul que rota?