LA RUEDA

La vida va en serie

Mi primer input sobre la libertad individual fue con 'El prisionero', mi serie de iniciación

JOSÉ MARÍA SANZ 'LOQUILLO'

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"En la vida hay que tener las dos escuelas, la de la calle y la del conocimiento". Se lo decía Sonny a Caloggero en Una historia del Bronx. Han pasado años desde su estreno, y yo añadiría algo más: la de las series de televisión.

Mi primer input sobre la libertad individual fue con El prisionero, mi serie de iniciación: "No soy un numero, soy un hombre libre" gritaba Patrick Macgohan en el papel de numero 6. De la importancia de las series de TV y su impacto en la cultura popular escribe Quim Casas en su última entrega, La vida va en serie.

La verdad es que a mí las series de mafiosos de tercera, narcos latinoamericanos o motoristas malotes hijos de la anarquía americana me aburren soberanamente. Prefiero descubrir la realidad de las relaciones entre prensa y política de la enorme House of Cards o escuchar al líder comunista preguntar a Tomy Shelby en Peaky Blinders por qué ambos están en la misma lista de Winston Churchill. Shelby, un pionero de las apuestas ilegales responde: "Es una lista de hombres que dan falsas esperanzas a los pobres. La única diferencia entre tú y yo es que a veces mis caballos tienen la suerte de ganar".

O una dosis de realpolitik con la muy recomendable Secret State. Gabriel Byrne es Tom Dawkins. primer ministro británico que intenta evitar que el gobierno de su graciosa majestad esté al servicio de los lobis económicos. El primer ministro es advertido por un tiburón de la banca: "La política es provinciana, las finanzas son globales". Y por el charming man de su partido; "Si quieres cambiar el mundo, primero tienes que vivir en él". Y él se defiende como quisiéramos todos que lo hicieran nuestros políticos. Son buenos consejos para quienes quieren asaltar los cielos.

Lo dicho, hoy tienen otra escuela: la vida va en serie, en serio, que diría Gil de Biedma.