La vida después de Neymar
Jordi Puntí
Escritor. Autor de 'Confeti' y 'Todo Messi. Ejercicios de estilo'.
JORDI PUNTÍ
Neymar no está, Neymar se fue, Neymar se escapa de mi vida... La famosa canción, con la letra adaptada por algún grupo de aquí, tipo Els Amics de les Arts, debería sonar esta noche en la megafonía del Camp Nou, justo antes del partido contra el Betis. Sería la forma de conjurar de una vez por todas la ausencia del brasileño, y olvidarnos por fin de él. Solo el tiempo (y los resultados) dirán si la afición azulgrana le convierte en un Judas figoide o si pasa a la historia como el recuerdo de un breve amor de juventud.
Hay que olvidar a Neymar, pues. Su traspaso de este verano nos dejó viendo visiones y con muchos millones para gastar, pero muy tocados desde el punto de vista psicológico. El Barça terminó la pasada temporada más o menos bien, pero el nerviosismo por traer a alguien que ofrezca ilusión –llámese Dembélé, Dybala o Coutinho– nos sitúan frente a esta primera jornada de Liga... más o menos mal.
Muy cojo
El principal problema no es que clubs ricos como Liverpool o Borussia Dortmund se resistan a vender a sus estrellas, sino que el Barça llega muy cojo a esta primera cita oficial. Por dos razones. La primera es la derrota sonada en la Supercopa, que de entrada sitúa al Real Madrid en un plano superior, y ya se sabe que blancos y azulgranas se alimentan de sus miserias respectivas.
Cuando uno sube, el otro baja, y ahora mismo en Madrid están tan convencidos de que este año conseguirán el sexteto –ya llevan dos títulos de seis– que todo les parece fácil. El Barça, pues, deberá pelear en todos los trofeos no solo por el orgullo de ganarlos, sino también para evitar que los de Zidane igualen el glorioso sexteto que se consiguió en la época de Guardiola. Ahí es ná.
Problema interno
El segundo problema es peor porque es interno. Bartomeu y la directiva del Barça, que han dejado pasar varias ocasiones para dimitir con decencia, llegan al inicio de Liga con casi todo por hacer. Y no me refiero al gran fichaje esperado, sino a aspectos que se arrastran desde hace meses. El primero, claro, es la renovación de Messi: está a punto, dicen, falta encontrar la fecha, pero el aficionado culé sufre y sufre. El siguiente es la renovación de Iniesta, un gesto de confianza para apuntalar a la plantilla. Tampoco es muy halagüeño el trato que ha recibido Sergi Samper en los últimos días: demuestra falta de confianza en la cantera y da pocas esperanzas a los jóvenes de los equipos inferiores.
A la espera de cerrar el equipo con ilusionantes refuerzos, uno tiene la impresión de que Robert Fernández y Ernesto Valverde no han hablado lo suficiente. En el horizonte está el caso de Marlon Santos, gran promesa con destellos de realidad, que puede quedar relegado por la llegada de Yerri Mina.
En los últimos días, jugadores como Busquets o Piqué han expresado su descontento por cómo se llevan las cosas y, de repente, todo hace un tufo de déjà vu o, por decirlo menos fino, de viejuno. Una derrota inesperada, hoy frente al Betis, y no me sorprendería del todo una pañolada contra el palco. Como en los viejos tiempos. Así se dilapida el prestigio de un club, sin chispa ni estilo.
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