La rueda

La vergüenza del ébola

Todo se ha hecho mal y la gestión de esta crisis sanitaria no cabría en un manual de incompetencia

ANTÓN LOSADA

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Ahora resulta que la culpa va a ser de la auxiliar de enfermería gallega. Por ser la pobre algo torpe y un poco descuidada, o por no acordarse de lo que dijo o no dijo mientras la mandaban de un hospital a otro como si fuera una bola de pinball.

La acusan de mentir y ocultar la verdad las mismas autoridades que tildan de demagogo y alarmista a todo aquel que se atreve a pedirles explicaciones sobre sus decisiones en el asunto del ébola. La misma prensa gubernamental que denuncia una cacería contra la indefensa Ana Mato señala a la auxiliar de enfermería sin piedad con gran aparataje tipográfico mientras proclama hipócritamente que lo primero es recuperar su salud, que ya habrá tiempo de investigar y exigir responsabilidades.

La superproducción con gran despliegue de medios y efectos especiales que televisamos a medio mundo este verano, cuando nuestro heroico Gobierno decidió traer a Miguel Pajares y Manuel García Viejo, ha dejado paso a una producción de serie B donde los gobernantes corren a esconderse tras los técnicos, los misioneros o los enfermos.

La prueba más concluyente de que todo se ha hecho mal y de que la gestión de la crisis del ébola no cabría en un manual de incompetencia la tienen en que, a día de hoy, las autoridades sanitarias proclaman estar haciendo exactamente lo contrario de lo que hacían al principio de la semana. La imagen del pobre Excálibur esperando no se sabía bien qué en la terraza del piso familiar lo dice todo.

Entre tanta indignidad, desde Sierra Leona el misionero José Luis Garayoa ha proclamado las verdades más grandes. Les hemos dejado abandonados a su suerte en África, y ahora que tenemos el miedo en casa corremos a buscar la sangre de la misma hermana Paciencia a la que no quisimos tratar porque no era española, ha dicho. Hacía tiempo que no pasaba tanta vergüenza.