Al contrataque

Vergüenza

ANA PASTOR

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Existen medidas lógicas, medidas necesarias, medidas justificables, medidas duras, medidas dolorosas y luego las hay absolutamente vergonzosas. ¿Cómo es posible que un país decente, o que debería pretender serlo, instale -por segunda vez- cuchillas en la valla de Melilla que separa España de Marruecos? ¿Pero de verdad hay alguien en su sano juicio que piense que esto es aceptable ética y hasta políticamente en el siglo XXI? Pues me temo que sí. Dice el delegado del Gobierno en esa ciudad que «hay un mandato que hay que cumplir». Se refiere al control de las fronteras y, por tanto, a impedir la entrada de inmigrantes irregulares. Pero hay formas y formas.

Además, está demostrado que es un esfuerzo inútil tratar de disuadir a quienes, tras haber nacido en un país devastado, se juegan la vida atravesando un desierto durísimo como el Sahel o cogiendo una patera para cruzar el Estrecho. Lo hacen solos, pero también muchas veces acompañados de su mayor tesoro, sus hijos. Ni las vallas, ni los muros, ni el mar han sido nunca un impedimento cuando se trata de intentar tener una oportunidad aunque pierdas la vida en ello. Y la prueba la tenemos aún reciente en la retina a pesar de que ha dejado de ser portada en los medios. Solo unos pocos lloran todavía a los 370 inmigrantes fallecidos tras el naufragio del barco en el que viajaban frente a las costas de Lampedusa (Italia). Según la Agencia Europea para el Control de las Fronteras (Frontex), en lo que llevamos de 2013 han llegado por mar, solamente a Italia y de manera irregular, 34.000 personas. La mayor parte procedentes de países del África subsahariana, aunque también de Siria por la situación que vive ese país.

No aprendemos

Pero volvamos a España. En el 2007 se retiraron las cuchillas de la valla de Melilla tras la queja de organizaciones de derechos humanos nacionales e internacionales. No aprendemos. Según ha dicho esta misma semana el Consejo de Europa, «construir muros es ineficaz y muy costoso». El comisario encargado de esta área apunta con claridad meridiana que las hojas afiladas que provocan cortes no evitarán el salto, «solo causarán más desesperación». Igual esta presión de Bruselas se escucha con tanta atención como las recomendaciones económicas. Pero soy pesimista. El Gobierno español justifica la aberración que supone volver a usarlas. Dice el secretario de Estado de Interior, Francisco Martínez, que «en otros países, los perímetros fronterizos siempre están dotados de medidas de seguridad de esta naturaleza». Argumento de peso. Otros países lo hacen. Ya. Y en otros países los políticos ni siquiera esperan a que un juez investigue una denuncia sobre su gestión para dimitir. Fuera lo llaman dignidad. Qué cosas.