El reto migratorio

Verdades incómodas sobre la inmigración

Admitir y buscar soluciones a las repercusiones no positivas del fenómeno evitará que sean caldo de cultivo para los populismos

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Antón Costas

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Aunque los problemas relacionados con la debilidad del euro y su posible ruptura han ocupado las preocupaciones de las autoridades, el problema migratorio que vive la Unión Europea es potencialmente más disruptivo que las vicisitudes del euro. Lo estamos viendo estos días en Europa con la amenaza de volver a levantar fronteras interiores.

La razón es que el temor de los nativos nacionales a los efectos de un exceso de inmigrantes es más fácil de utilizar por los populistas antieuropeos que los efectos del euro. Pero el hecho de que se utilice políticamente no puede llevar a ignorar que, en mayor o menor medida dependiendo de cada país, esos efectos existen y hay que darles respuesta positiva si no se quiere que el populismo político los utilice para crear un clima hostil a los inmigrantes y para ganar apoyo electoral.  

Repercusiones económicas y sociales-identitarias

Los efectos de los flujos inmigratorios sobre las comunidades nacionales son de dos tipos: económicos y sociales-identitarios.

El argumento económico liberal es que la inmigración tiene efectos positivos sobre el crecimiento económico y que, a la larga, beneficia también a los trabajadores nacionales. Aunque admite que a corto plazo los salarios el empleo de los nacionales puedan disminuir, sostiene que esa caída de salarios aumentará los beneficios de las empresas que, a su vez, responderán con mayores inversiones, mayor creación de empleo y aumento de salarios.

La investigación académica ha mostrado que ese argumento tiene agujeros. Si el aumento de los inmigrantes fuese de una sola vez, es posible que fuera válido. Pero en la medida en que se trata de un flujo continuo, la depresión de los salarios y la pérdida de empleo de los nacionales pueden ser permanentes. A ello se añade que si ese flujo de trabajadores inmigrantes coincide con una recesión económica, como ha ocurrido, la probabilidad de que esos efectos sean duraderos aumenta. Algunos trabajos académicos han mostrado que ese efecto permanente sobre los salarios y el empleo ha sido determinante en el caso del 'brexit' en el Reino Unido y en el triunfo de Donald Trump en Estados Unidos.

Es básico atender al bienestar de los grupos sociales más afectados si hay exceso de inmigrantes, construir una verdadera política común europea y cooperar con los países de origen

Pero, además de los efectos sobre el bienestar económico, están los efectos relacionados con el bienestar social. Los liberales y las izquierdas son proclives a denunciar como xenofóbica y racista cualquier tipo de preocupación sobre el impacto de la inmigración sobre los valores sociales y culturales dominantes en las comunidades nacionales. Es decir, sobre la identidad. Pero hay que ir con cuidado con el abuso de esa denuncia. La tolerancia de las comunidades nacionales hacia el cambio y la adaptación que significa la inmigración tiene restricciones que, aunque diferentes en cada país, son verdaderas.

Sabemos que los nativos, especialmente aquellos grupos más afectados por los efectos de la inmigración, tienen una percepción exagerada sobre la cantidad de inmigrantes que hay en su comunidad, sobre el consumo de servicios y prestaciones públicas que hacen los inmigrantes o sobre la delincuencia y el crimen que originan. Pero que haya exageraciones no significa que carezcan de consecuencias reales. En este sentido vale la pena recordar lo que dice el teorema que en el siglo pasado formuló William I. Thomas, sociólogo estadounidense de origen polaco que escribió un conocido ensayo sobre la infancia en Estado Unidos y el comportamiento de los grupos. El teorema de Thomas afirma que lo que una persona percibe como real, tiene consecuencias reales en su conducta ('If A men define situations as real, they are real in their consequences'). Aplicado al tema de la inmigración, la percepción que un grupo social nacional tiene sobre los efectos de los inmigrantes se convierte en una profecía autocumplida.

Esa percepción acostumbra a ser exagerada y utilizada por los dirigentes y formaciones populistas de extrema derecha. Pero la respuesta no puede ser simplemente denunciar y demonizar esas conductas populistas, sino dar una respuesta positiva a los problemas.

Eso significa al menos tres cosas. Primera, atender a los efectos que la inmigración tiene sobre el bienestar de los grupos sociales nacionales más afectados. Segundo, construir una verdadera política común europea de control de la inmigración y de recepción de los inmigrantes. Tercero cooperar con los gobiernos de los países emisores de emigrantes para su control y regulación en origen, de la misma forma que se hace ya con el comercio de bienes y servicios. De lo contrario, esas verdades incómodas que he mencionado sobre la inmigración serán caldo de cultivo para los populismos políticos antieuropeos.