La verdadera "hostia con clase" de Dani Alves
El 'show' del brasileño ante el Mónaco aviva los lamentos por su falta de recambio en el Barça
Eloy Carrasco
Periodista
ELOY CARRASCO
El lateral se ha convertido en un asunto central. En el pleistoceno del fútbol, el 2 solía ser un puesto en el que acomodar con disimulo a los paquetes. «Pon al malo de lateral derecho, es donde menos estorba», era la idea. Pronto aparecieron grandes futbolistas en esa demarcación y el prejuicio acabó. Carlos Alberto, Suurbier, Kaltz, Cafú, Lahm... Hoy existen fantásticos laterales derechos y el Barça es el único grande que no tiene uno específico. No ha sabido llenar un vacío. Douglas cayó en primera ronda. Sergi Roberto ha aportado clase y empeño a un puesto donde, al fin y al cabo, es un postizo. Aleix Vidal pintaba bien, pero se perdió entre la (inexplicable) tirria del entrenador y la desdichada lesión.
Es poco probable que por la ausencia de un especialista de ese tipo se pierda una Liga (aunque ya saben: por un clavo se perdió una herradura, por una herradura se perdió un caballo, por un caballo se perdió una batalla... y así hasta llegar a la caída de un imperio), pero no deja de resultar merecedor de reproche a quien corresponda.
EL EXTRAÑO CASO DE DIGNE
Es difícil de comprender: se marchó el lateral derecho de las últimas ocho temporadas, Alves, y sin embargo el club no solo no fichó a un recambio sino que fue al mercado a por un lateral izquierdo, Digne, innecesario (ya estaban Alba y Mathieu), caro y deficiente. Nunca sabremos si su llegada fue simplemente una desafortunada decisión de la secretaría técnica o un extraño fleco del acuerdo de patrocinio con Catar, propietario del PSG, club al que pertenecía Digne.
La cuestión es que durante toda la temporada ha jugado un lateral derecho soberbio en el Madrid -Carvajal- y un esforzado sucedáneo en el Barça -Sergi Roberto-, cuyo mayor brillo llegó precisamente cuando huyó de esa demarcación, ante el PSG y el Madrid. Hoy es día de lamentos por una ausencia, la de Alves. Día de culés torturados viendo en bucle el formidable empalme de su golazo al Mónaco. Eso sí fue una "hostia con clase", y no su marcha del Barça, de la que presume. Su marcha no tuvo nada de raro tras un largo final de apatía y bajo rendimiento. Fue el mejor, pero su adiós se estiró demasiado. Lo lamentable es que, cuando él se fue, el equipo necesitaba unos zapatos nuevos y le compraron una chaqueta.
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