Venezuela en vilo
Salvador Martí Puig
Catedrático de Ciencia Política de la Universitat de Girona
SALVADOR MARTÍ I PUIG
El pasado lunes <strong>Venezuela</strong> vivió un nuevo episodio que da cuenta del nivel de polarización social y de la descomposición en que está inmerso el régimen político comandado por Maduro. El episodio en cuestión es propio de una película de política ficción: <strong>Un inspector de policía, de nombre Óscar Pérez, </strong>previa grabación de un vídeo con soflamas patrióticas que se difundió por la red, secuestró junto con un grupo de compañeros de armas un helicóptero con el que lanzó granadas disparó contra la sede del Tribunal Superior de Justicia y del Ministerio del Interior.
Este evento es significativo porque tiene una importante carga simbólica, a la vez que da cuenta que el régimen ya no tiene el control del estamento militar. Respecto de la carga simbólica destaca la figura del personaje que ha liderado el operativo citado, así como el blanco del ataque. En cuanto al personaje, es necesario señalar que se trata de un joven militar que hace gala de un discurso antigubernamental y nacionalista, y que se proyecta a través de un acto heroico (o suicida, depende de la perspectiva) como salvador de la patria. En esta línea podríamos establecer un cierto paralelismo con lo que hizo el entonces teniente coronel Hugo Chávez hace un cuarto de siglo, cuándo intentó dar un golpe de estado y acusó al régimen en curso de ser corrupto y falto de legitimidad.
Pero este episodio también tiene una gran carga simbólica por la institución que ha sido blanco del ataque: el Tribunal Supremo de Justicia, compuesto por 13 magistrados alineados con el Gobierno. El Tribunal es, de facto, el órgano que sostiene el andamiaje institucional de lo que queda del chavismo, ya que se ha convertido en un órgano que controla la legislación e interpreta la constitución, dejando en pura anécdota la capacidad legislativa de la oposición, que tiene la mayoría en la Asamblea Nacional.
DESCONTROL MILITAR
Pero este episodio también es significativo por otra cuestión: muestra a la población que el gobierno ya no tiene el control de las Fuerzas Armadas, tal como se presuponía hasta hace poco. El hecho de que unos policías puedan secuestrar un helicóptero con municiones y sobrevolar Caracas para atacar al edificios gubernamentales denota que en el estamento militar hay descontento o descontrol, o ambas cosas.
Lo expuesto no significa que este ataque sea “un golpe letal” para el régimen de Maduro, pues éste aún tiene una cierta capacidad de aguante frente a una oposición que, si bien cada vez es más amplia, aún se caracteriza por su fragmentación e inconsistencia. De todas formas, este episodio sí puede suponer una nueva escalada de enfrentamientos en un país sumido en la polarización política y en el colapso económico, y donde ni el gobierno ni la oposición tienen la fuerza suficiente para imponerse.
Eso sí: el episodio en cuestión puede tener una amplia repercusión y aglutinar la oposición según cuál sea la respuesta del régimen. En este tipo de coyunturas nunca se sabe si una reacción represiva por parte de las autoridades puede mantener a raya la disidencia o, por el contrario, cohesionarla y activarla.
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