La valiente lucha de los libros

En Les Franqueses del Vallès hay una librería que se llama, si no me equivoco, 'L'espolsadora'. El espolsador, y la 'espolsadora', son palabras fáciles de interpretar. Definen un manojo de tiras de paño, o de piel, pegadas en un mango, normalmente de madera, que permite quitar el polvo. De un mueble, de unos zapatos, de cualquier superficie. ¡Qué paliza se daban los veraneantes en mi adolescencia espantando moscas en Argentona y en Sant Just Desvern!

La gente estaba acostumbrada a su presencia.

Si no me equivoco, había una especie de moscas que vivían en las casas y eran perseguidas con mosquiteras, que intentaban, y no siempre conseguían, matarlas o alejarlas, un esfuerzo habitualmente poco productivo, porque el vuelo de una mosca no es, precisamente, un modelo aeronáutico.

Del vuelo de una mosca no nos hemos podemos fiar y la prueba es la expresión popular 'tener la mosca tras la oreja'. Y recuerdo que durante la guerra mundial fueron muy populares los aviones de caza llamados 'mosquitos'. Aviones pequeños y ligeros, que podían cambiar fácilmente de punto de ataque.

Supongo que periódicamente en esa librería de Les Franqueses se quita el polvo a los libros que están en las mesas. Un libro lleno de polvo solo tiene un gran valor si es muy antiguo. Dejar el polvo que fabrica el tiempo es arriesgarse a que el libro se irrite.

El espolsador es un símbolo de las muchas librerías de Catalunya que luchan para mantener un nivel de servicio, incluso en circunstancias poco favorables. "Un armario de libros es el más admirable de todos los jardines", dijo alguien que no recuerdo.

Pero no se trata de idealizar los libros. Precisamente creo que los libros son herramientas con las que podemos ensanchar los diversos horizontes de la vida.