ANÁLISIS

La valentía de un maestro de escuela

Machín abandona su zona de confort en Girona y se atreve con el reto de volver a convertir al Sevilla en un equipo campeón

Pablo Machín, ya extécnico del Girona, en los alrededores del estadio de Montilivi.

Pablo Machín, ya extécnico del Girona, en los alrededores del estadio de Montilivi. / periodico

Emilio Pérez de Rozas

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Pienso en Joan Francesc Ferrer ‘Rubi’. Pienso en Míguel Ángel Sánchez ‘Michel’. Pienso en Paco Sánchez. Pienso en Vicente Moreno. Y pienso en Pablo Machín, porque no quiero hacer la lista muy larga. También pienso en Álvaro Odriozola, que ya es el primer refuerzo del Real Madrid. Y en el aguerrido Pablo Maffeo, que le amargó la tarde a Leo Messi con aquel “jugar así es una mierda” y ya ha fichado por el Stuttgart. Por no pensar, miren, en Antoine Griezmann, vaya.

Pienso en técnicos y futbolistas que se han ido construyendo su propio trampolín hacia grandes destinos. Entrenadores y jugadores que, a menudo, ni por asomo soñaron que les llegaría su oportunidad, su tren, por el que pelearon tan duro para que les pillase en la cresta de la ola y les fuese fácil dar el saltito, aunque les doliese y mucho, abandonar la zona de confort en la que han brillado hasta ahora.

Las conquistas de los valientes

Puede que Rubi acabe en el Espanyol, un pasito más que el Huesca. Michel se merece ¿no? seguir en Vallecas, para disfrutar con el barrio un año más (o más) en Primera. Como se lo merece Paco Sánchez, que, en una segunda vuelta portentosa, hubiese podido convertir en campeón al Levante. Como disfrutó Vicente Moreno, el pasado domingo, el ascenso a Segunda de su Mallorca, señalado por todos como el gran hacedor del milagro.

Y ahora se nos va Machín tras conseguir, no solo el ascenso del Girona a Primera, tras dos intentos fracasados en los últimos minutos, sino otros tres logros muchísimo más valiosos y elogiables: un equipo de autor, que juega maravillosa y originalmente un fútbol ¡fantástico! ¡ofensivo!; una permanencia, que casi se convierte en Europa League, para tirar cohetes y salir a hombros en la ciudad menos futbolera de Catalunya y, tercero, su reto sueño desde el día que llegó “que los niños de Girona dejen de ser del Barça y/o del Real Madrid y vayan con la camiseta de su Girona natal”.

Atreverse a lo más difícil

Cuando Machín dice que su adiós al Girona es “un final de cuento de hadas”, sabe perfectamente lo que dice porque él mejor que nadie sabe que la historia ha sido muy dura, con él, con sus jugadores, con el club y su afición, pero que todos juntos supieron sobrevivir, superar y hasta aprender de dos fracasos consecutivos, uno de ellos superado ya el minuto 90. Sobre esos dos desencantos construyeron entre todos un cuento precioso, maravilloso, con un ascenso pletórico y un primer año en Primera digno, no solo del tercer club de Catalunya, sino de uno de los mejores de España.

Los miles de aficionados que Machín encontraba a faltar en sus años de lucha por subir los ha encontrado este año en Primera y de ahí que tuviese la sensación de que su gente le aportaba un buen puñado de puntos. Ahora los deja y cambia el juguetón Montilivi por la inmensidad del Sánchez Pizjuan, el instinto de supervivencia por la imperiosa necesidad de ganar.

El adiós de Machín no es el adiós de don Andrés, pero este licenciado en magisterio se va con la sensación de haber impartido un montón de clases y regalado sueños inolvidables a miles de aficionados.