Largo plazo

Vacunas para camellos y pistones para tanques

OLGA Grau

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Conozco fantásticas empresas industriales catalanas. Durante una etapa de cuatro años de mi vida me dediqué a visitar una media de tres fábricas por semana dispersas por toda la geografía catalana. Cárnicas, metalúrgicas, textiles, químicas. De todos los sectores. La experiencia me sirvió para escribir muchas historias y para ser hoy menos pesimista sobre la capacidad de emprender del empresario catalán, su vocación de innovar y de vender a otros países.

Pero de esa etapa guardo también el mal sabor de boca de muchas compañías que cierran sistemáticamente sus puertas al exterior, no explican lo que hacen, ni a quién compran, ni a quién venden, ni siquiera relatan la estrategia a los propios empleados, y eso que ahora está de moda en todos los manuales.

Pongamos ejemplos. Multinacional alemana del sector del metal que trabaja para la automoción y ha diversificado para mejorar sus márgenes. Ahora fabrica cerca de Gavà pistones para tanques que vende a países extranjeros. No leerán nunca este reportaje.

Sigamos. Laboratorio gerundense que produce vacunas para camellos y las vende con gran éxito a los países árabes. Últimamente ha innovado y ha creado vacunas para peces. No quiere contarlo porque teme que la competencia le copie la idea o el consumidor de pescado se asuste.

Gran cooperativa agroalimentaria de Lleida con miles de empleados. Produce embutidos y elaborados que consumen cientos de miles de personas, pero prácticamente nadie conoce a su presidente ni tiene acceso a las cuentas de la compañía.

Las empresas catalanas siempre han sido discretas y temerosas de su imagen. A finales de los años noventa, el sector textil español empezó a abrir fábricas en Marruecos para reducir los costes de tejer los suéters ante la inminente liberalización mundial del comercio.

La tónica de esa época fue ocultarlo por temor a que el consumidor de sus marcas creyera que el producto era de menos calidad que los calcetines tejidos en Igualada. Los más intrépidos decidieron apostar por el Magreb o China y contarlo. Esos sobrevivieron. Muchos de los que se anduvieron con prejuicios se quedaron por el camino ahogados por la competencia asiática.

Hoy ya nadie se escandaliza por leer en una etiqueta de un abrigo o chaqueta que está fabricado en India o en China. Incluso hay quién aprovecha un viaje a Oriente para hacerse un traje a medida y lo cuenta a los amigos.

Los consumidores aprecian conocer a quién le compran. Uno de los éxitos de Mercadona es hacer públicas las empresas que están detrás de la marca blanca Hacendado. Eso es transparencia y modernidad, lo demás es el pasado.