Consecuencias de un deshielo histórico

Urgencia histórica en Cuba

El Gobierno de la isla observa el precedente chino, donde negocios y política van de la mano

ALBERT GARRIDO

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Hay un gesto de urgencia extrema en la disposición de Cuba a reanudar relaciones con Estados Unidos y a poner los cimientos para que sea posible el levantamiento del embargo comercial. Se trata de una operación a corazón abierto porque la apertura económica alentada por los hombres de negocios de Miami, promovida por el presidente Raúl Castro y acogida con silencio durante 40 días por su hermano Fidel solo puede dar frutos si entra en la isla dinero fresco, si crece la iniciativa privada y si, a falta de la asistencia bolivariana del pasado, imposible ahora con el precio del petróleo en caída libre, Cuba se transforma en destino cercano y asequible del turismo estadounidense.

Puede el establishment cubano buscar argumentos encaminados a presentar el proceso económico en curso como una adecuación del modelo, pero, en la práctica, se trata de una urgencia histórica para sobrevivir a la decadencia del experimento que un día fue la gran referencia del universo de izquierdas, siquiera sea porque se dio a un tiro de piedra del gran coloso. Algunas cifras de la precariedad del momento son irrefutables: el salario de un trabajador cualificado que cobra del presupuesto pocas veces supera los 25 dólares mensuales -y 25 dólares son muy pocos dólares se mire por donde se mire-; la iniciativa privada se circunscribe a sectores con una capacidad limitada de difundir la riqueza al resto de la población; el PIB del 2011, último consignado por el Banco Mundial, se acerca a los 70.000 millones de dólares para una población de poco más de 11 millones de habitantes, que disponen de una parte ínfima de la de por sí menguada riqueza nacional.

Pudiera seguirse con más datos ilustrativos que no harían más que reforzar la sensación de desmoronamiento y penuria crónica de un sistema que entró en crisis cuando la URSS entró en crisis y se desvaneció, y sigue en crisis a pesar de algunos logros reseñables de los primeros días, logros que hoy, a pesar de los pesares, otorgan a los isleños un Índice de Desarrollo Humano (vida larga y saludable, educación y nivel de vida digno) que es el cuarto de América, solo por debajo de Estados Unidos, Canadá y Chile. Pero esas rentas del presente que proceden de las condiciones del pasado están en peligro, y el discurso oficial es insuficiente para neutralizar la degradación de un modelo que sucumbió a sus propias contradicciones, perdió décadas en discusiones ideológicas, a veces justificadas, pero casi siempre estériles y se aplicó en la persecución de los críticos en nombres de una futura edad de oro que nunca llegó. Si no hay justificación moral posible para el embargo, tampoco la hay para condenar la disidencia al silencio.

¿Qué queda en pie? El partido y el Ejército, o viceversa, que son la misma o muy parecida cosa. Sobre estos dos pilares, hijos de la revolución de los barbudos de Sierra Maestra, se sustenta el Estado, de ellos depende el entramado burocrático del régimen, de ellos procede la intelligentsia que gestiona los asuntos públicos y en ellos ha anidado la convicción, no sin tensiones, de que solo cabe la reforma para salvar los muebles… y el poder, al menos a corto plazo por falta de contrincantes que puedan disputárselo. Sobre los antecedentes conocidos de salida de la economía planificada hacia otra de mercado se orientan las metas fijadas por el Gobierno cubano; en realidad, se fijan en el precedente que legitimó el enriquecimiento personal sin sembrar el caos y poner en riesgo la supervivencia misma del Estado antes de llegar al capitalismo con matices.

Es este el precedente chino, aquel en cuyo seno los millonarios de proyección planetaria conviven con el Partido Comunista, piedra sillar de una férrea estructura de poder centralizado que vincula la bandera roja a los rascacielos de Shangái, sometido todo a la tutela de una organización que ha sustituido el intelectual orgánico de la tradición comunista por el hombre de negocios orgánico.

Claro que las diferencias de escala son gigantescas, pero visto el desbarajuste que caracterizó la conversión de Rusia al capitalismo y el crecimiento exponencial del PIB chino desde los días de DengXiaoping, sin prescindir nunca de la etiqueta comunista, es esa la referencia que más interesa a la joven nomenklatura, aquella llamada a fijar el rumbo cuando se extingan los últimos integrantes de la gerontocracia que acompaña a los Castro hacia el ocaso. Incluso una parte de la disidencia posibilista, convencida de que no cabe empezar la casa por el tejado e invocar las libertades sin acabar con el racionamiento, entiende que el pluralismo y todo lo demás llegarán si antes se pasa de una economía de subsistencia a otra de rentas por modestas que estas sean. Porque ahora no son modestas ni de ninguna otra clase; simplemente no existen ni se ve por dónde pueden asomar si nada cambia. De ahí la urgencia.