PEQUEÑO OBSERVATORIO

Uno de otros tiempos y costumbres

Ya lo dijo Petrarca: "La vida huye y no se para ni una hora". Pero ¿qué haríamos sin costumbres?

Nevada en Barcelona, en 1914.

Nevada en Barcelona, en 1914. / ARCHIVO

JOSEP MARIA ESPINÀS

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Evidentemente, yo no soy historiador. Y me he hecho una pregunta: si lo fuera, ¿también iría perdiendo memoria? Hay quien dice que la memoria se mantiene si se la hace trabajar, pero yo tiendo a creer que el mantenimiento de los recuerdos depende, en muchos casos, de una materia que tenemos en el cerebro, con independencia de la voluntad de conservar o no información.

Pero abandono estas hipótesis para concretar algunos hechos que mantengo arraigados y que me hablan, a menudo, de mi adolescencia. Los jóvenes de hoy me tendrían que decir si, caminando por la calle, de noche, se encuentran a aquel vigilante, contratado por el Ayuntamiento de Barcelona, que aseguraba la paz de la noche. Y aquel sereno, también funcionario nocturno, que se quedaba en un punto de la calle y cuando oía que alguien lo reclamaba –dando palmadas- corría a abrirle el portal de casa. 

Traperos y afiladores

Los jóvenes de hoy no pueden imaginarse que por esa calle donde yo vivía pasaba un trapero que iba gritando "a la pell de conill". De vez en cuando, por mi calle del Eixample pasaba un automóvil. Todo el mundo lo miraba. Tenía que ser lo que se llamaba un “señor”. Sí, amigo lector, era muy raro que pasaran coches por la calle.

Periódicamente, las muchachas -las sirvientas- de mi barrio, cuando oían al afilador, bajaban a la calle para que les afilara los cuchillos de la casa.

Desconocidos

En el barrio no había forasteros. Ahora, cada vez que voy a casa me encuentro en el ascensor a personas que no conozco. En aquel pequeño espacio resultaría incómodo que las miradas se encontraran frente a frente. "¿A qué piso va?" Es la pregunta de cortesía que demuestra la ignorancia compartida de muchos vecinos. Y así pueden pasar los meses. La última persona que sabía quién vivía en cada piso era la señora Pepita. Un portera a la antigua.

Ya lo dijo Petrarca: "La vida huye y no se para ni una hora". Pero ¿qué haríamos sin costumbres?