DESENLACE TEMIDO

Una de Tarantino

La función de Messi es la de ser un mártir; está ahí para que todos le veamos sufrir, rodeado de jugadores con mucho carácter y poco talento

Messi y Banega, abatidos.

Messi y Banega, abatidos. / periodico

Jordi Puntí

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El partido de ayer empezaba con un dato que invitaba al optimismo sudamericano. En los tres últimos Mundiales -2006, 2010 y 2014-, Argentina quedó eliminada frente a Alemania. La última vez, en la final de Maracaná, los de Messi murieron en la playa de la prórroga, cuando ya veían tierra. La ausencia ejemplar del equipo de Joachim Löw, pues, daba un plus de confianza a Argentina. En lugar del rodillo alemán, tendrían enfrente una Francia que hasta ahora se había comportado como su presidente Emmanuel Macron: joven, dinámico, con ganas de ser protagonista, pero con el estilo superficial de un anuncio de publicidad.

En esta línea, hace unos días, alguien con más cultura comentaba en Twitter que los partidos de Francia eran como las películas policiacas de Claude Chabrol: muchas palabras, poca acción y al final cogían al culpable. Me pregunto si Sampaoli tiene pasión cinéfila, pero su estilo con la selección me recuerda más al de Tarantino. De hecho, Argentina se ha abonado al estilo de sang i fetge del director de Inglorious Basterds, y su equipo termina jugando de una forma que uno no sabe si son los buenos o los malos, pero quiere que ganen por simpatía.

La función de mártir

Siguiendo este guión, la función de Messi es la de ser un mártir. Está ahí para que todos le veamos sufrir, rodeado de jugadores con mucho carácter y poco talento. Es lo que hay. Cuando le veo intentando crear una jugada, trazar una pared  o combinar sabiendo que al final quien remate esa jugada tiene que ser él mismo, creo que Sampaoli en el fondo es un sádico. Veo a ese Leo Messi y pienso que es como si Frank Sinatra, la noche del gran concierto en The Sands, hubiera cargado con sus maletas de la limusina al hotel, y luego hubiera afinado los instrumentos de la orquesta de Count Basie, uno por uno, para que al final su voz sonara a la perfección.

Ningún jugador representa mejor esos aires de Tarantino que Javier Mascherano. A sus 34 años, Sampaoli quería que fuera ese actor veterano al que no le importa malograr un poco su carrera, un Harvey Keitel, un Kurt Russell. Así fue Mascherano frente a Nigeria, todo pundonor y con la cara ensangrentada, y así fue ayer su partido: omnipresente e inoperante, defendiéndolo todo pero creando nada, una actuación que refleja la empanada mental que llevaba el entrenador: salir sin delantero centro, sin meter al Kun Agüero.

También fue muy tarantino el gol de Di María, inesperado y fulgurante durante cinco minutos, tras haber paseado su baja forma en todos los partidos de este Mundial. O el gol de rebote de Mercado, mejorando por casualidad un mal remate de Messi. Incluso lo que ocurrió después, con Francia resolviendo con tres goles en 12 minutos tenía algo de la incontinencia agresiva del director americano, así como el esfuerzo final de los argentinos para lograr el 4-3, sintiendo en el cogote el aliento de todo un país al borde del ataque de nervios. Todos ellos, uno por uno, dejaron un partido memorable por su tensión, y al final muchos seguimos creyendo que ganaron los malos.