Una sola lucha

El fascismo se une contra la democracia víctima de la desconfianza

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Albert Sáez

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Uno de los aspectos positivos de la llegada de Manuel Valls a la política en Barcelona es su intento de "europeizar" el debate político. Resulta ciertamente cansino el mantra historicista que nos persigue, tanto desde la propia política -el president Quim Torra es muy aficionado- y muy especialmente desde cierto periodismo empeñado en que la realidad no le estropee en ninguna circunstancia una buena metáfora con Pla o con Gaziel. Miramos mucho a nuestra espalda y muy poco a nuestro lado. Lo que pasa en Catalunya o en España tiene más que ver con lo que ha pasado este fin  de semana en Baviera, en los últimos meses en Italia o en los últimos años en Escocia -con permiso de la vicepresidenta Calvo-. El fascismo está siempre alerta para colarse por las grietas de los sistemas democráticos hasta dinamitarlos desde dentro. Y las crisis económicas les facilitan mucho la labor. El crack del 2008 ha generado una ola de desconfianza en las instituciones democráticas. Por la manera cómo la han resuelto -en Europa- y por la manera cómo se engendró -en Estados Unidos-. La percepción general, equivocada o no, es que desde los años 90 del siglo pasado el poder político estuvo subyugado a determinados poderes financieros. Ni tan siquiera a la totalidad del sector bancario ni mucho menos al conjunto del sistema empresarial. De hecho hubo muchas decisiones que perjudicaron a las empresas productivas. De ahí la transversalidad de la desconfianza. Y de ahí la fuerza que está cogiendo el fascismo que es electoralmente transversal, pesca en antiguos votantes del centroderecha y del centroizquierda.  

Los últimos periplos de Steve Bannon por Europa demuestran que desde el campo fascista saben que los escenarios son diversos pero que la lucha es la misma. Menos claro lo tienen sus oponentes. Aún hay los que por un puñado de votos están dispuestos a reírle las gracias a Vox o a banalizar el mismo concepto de fascismo para poder evitar la falta de ideas propias para salir de este atolladero. Tiene razón Valls cuando dice que el combate es entre democracia y fascismo pero el debate debe se debe producir entre quienes malgastaron la confianza y los que la quieren recuperar.