Una situación idónea para el triunfo del cine 'distinto'

Quim Casas

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La bipolaridad entre Birdman El Gran Hotel Budapest, dos películas tan singulares como bien distintas entre sí, no deja casi en fuera de juego, a pesar de las nueve nominaciones obtenidas por cada una de ellas, a otras producciones más que meritorias como Boyhood. De conseguir el Oscar, el filme de Richard Linklater, el cine más o menos independiente daría un salto cualitativo, ya que nunca acostumbra a llevarse el premio gordo; Quentin Tarantino, recuerden, siempre gana con el guión y nada más.

De todos modos, la independencia, como concepto enfrentado al cine de gran aparato de Hollywood, es hoy muy distinta a como se ha entendido casi siempre. Independientes de verdad son Jim Jarmusch y Hal Hartley, por ejemplo, porque hasta Linklater ha coqueteado en más de una ocasión con la gran industria. Pero, al mismo tiempo, los filmes que parten en primera posición en la parrilla de salida, los de Wes Anderson y Alejandro González Iñárritu, siendo producciones caras tienen también mucho de independencia artística. Si el protagonista de Birdman interpreta una obra de teatro en el off-Broadway, la película sobre el superhéroe alado que adapta una obra de Raymond Carver puede verse también como cine off-Hollywood.

Los ochos títulos nominados en la categoria de mejor película reflejan este estado de las cosas, esta división cada vez más debil entre Hollywood, cine caro, cine barato, independencia, cine de autor y cine de género. Sorprende en todo caso que no hayan llegado a nominar los diez títulos preceptivos, teniendo en cuenta que se han quedado fuera obras como Perdida, Siempre Alice (que se contentará con el Oscar a la mejor actriz para Julianne Moore: no creo que haya sorpresa alguna en esta categoría) y Foxcatcher (de la que si han nominado, en cambio, a su director, actor principal, actor de reparto y guionista).

Desde luego, hay para todos los gustos. Si se prefiere un cine repentinamente politizado por las circunstancias actuales, ahí está la propuesta de Clint Eastwood contándonos la historia del francotirador del ejército norteamericano que ha matado a más enemigos. Si se apuesta por el experimento formal del plano-secuencia, tenemos a Birdman. Si nos centramos en los biopic, hay doblete con The imitation game y La teoría del todo, dos filmes sobre personajes más que inteligentes. Si por fin la comedia (también inteligente) puede triunfar, nada mejor que el filme de Wes Anderson. Si debe apelarse al triunfo de la voluntad y la superación individual, Whiplash cubre el expediente. Si por fin el cine más libre cuenta con una posibilidad real de llevarse el Oscar, nada mejor que fijarse en Boyhood. Y si, finalmente, la opción en la reconstrucción de la particular memoria histórica de EEUU en el tema del racismo y los derechos civiles, Selma, producción británica sobre uno de los hechos más relevantes en la trayectoria de Martin Luther King, puede tener sus posibilidades.

Donde sí debe haber mucha pugna es en el Oscar a la mejor película de habla no inglesa. Una película tan resultona y popular como Relatos salvajes (con la que Pedro Almódovar, ahora como productor, podría recoger una nueva estatuilla) tiene delante dos auténticos pesos pesados como la rusa Leviatán y la polaca Ida, dos de las mejores películas estrenadas el pasado curso.