VENTANA DE SOCORRO

Una sensación extraña

Orhan Pamuk es claro y contundente en su denuncia del ataque a la libertad de expresión en Turquía

ÁNGELES GONZÁLEZ SINDE

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Hace unos días Orhan Pamuk debatía en Madrid con Mario Vargas Llosa sobre literatura y también sobre la inmigración y los refugiados. Era el mismo día en que los informativos reproducían un video satírico de la televisión alemana en el que el presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, no aparece muy favorecido. El video denuncia la tremenda censura a la que está sometida la prensa en Turquía, amenazada hasta con la cárcel si critica al gobierno. El Ministerio de Asuntos Exteriores turco convocó al embajador de Alemania para exigir la retirada del video que, por supuesto, no ha sido retirado. Este contexto hizo que las palabras claras y contundentes del premio Nobel turco denunciando la eliminación gubernamental de la libertad de prensa en su país y la absoluta indiferencia de la UE ante ello, fueran todavía más valiosas por valientes.

Alguno dirá que un escritor de prestigio y fama como Orhan Pamuk poco tiene que temer de las autoridades, pero cualquier ciudadano puede echarse a temblar si el aparato del Estado decide hacerle la vida imposible. Orhan reside en Estambul y no puede prescindir de su ciudadanía porque, como explicó, Turquía, su historia, su herencia, sus paisajes y sus paisanos son la materia prima de la que se nutre su escritura que, al mismo tiempo, es atractiva para millones de lectores de países y lenguas muy diversos. Demuestra así Pamuk que a lo que mejor puede parecerse uno es a uno mismo, aunque esto en ocasiones cree conflictos, como a él sus ideas progresistas.

En su última y maravillosa novela Una sensación extraña, para explicar las ideas reaccionarias de los vecinos más pobres de Estambul en los años sesenta, vendedores callejeros, albañiles y similares, es decir lumpen-proletariado, dice Pamuk que «ser turco era un sentimiento mucho mejor que el de ser pobre». Ser turco hoy parece complicado cuando todo lo que propone Europa es que Turquía contenga y filtre a los musulmanes buenos de los malos, haciendo la vista gorda a la preocupante deriva antidemocrática de su gobierno.