Pequeño observatorio

Una ruina muy bonita

JOSEP MARIA Espinàs

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Los que alguna vez hemos viajado en el AVE estamos satisfechos de su servicio. Vemos ventajas sobre el avión –depende del trayecto, claro está– y nos sentimos cómodos y libres.

Quizá deberíamos aconsejar a los jóvenes que lo aprovechen, porque parece que un día este servicio desaparecerá. No porque vaya a fabricarse un tren o un artefacto parecido aún más rápido, sino porque mantener el AVE será ruinoso. Al menos, a juzgar por un reportaje publicado en Avui por Quim Torrent, que parece bien fundamentado.

El economista Germà Bel explica: «El AVE ha sido el prototipo de los años maravillosos de España. Es una inversión política, sin ningún sentido desde el punto de vista económico». Ni Barcelona ni Madrid, dice, son ciudades suficientemente grandes para que la inversión tenga sentido. «Para que una línea del AVE financie como mínimo los costes de mantenimiento, debe pasar de los seis millones de pasajeros». En España no se llega a esta cifra; por tanto, hay déficit. Sobra decir hasta qué punto son ruinosos los tramos que unen otras ciudades.

Pero ¿cómo se puede dar marcha atrás a unos proyectos ferroviarios que han entusiasmado a muchos ciudadanos de muchas poblaciones, y que han sido presentados por los políticos como un símbolo de modernización y de progreso? España, con un PIB que es la mitad del de Francia, no puede permitirse estos lujos. Y quizá lo que más debe llevarnos a reflexión es el caso de Estados Unidos. Allí se tiene en cuenta un principio muy clarificador: una infraestructura debe demostrar que será rentable para poder ser financiada con dinero público. El dinero público merece mucho respeto, y no se vale jugar con él.

El ejemplo puede sorprender al lector, como me ha sorprendido a mí. El estado de California ha desestimado, de momento, una línea de alta velocidad entre San Francisco y Los Ángeles. Son dos ciudades separadas por 600 kilómetros y, atención, con unas áreas metropolitanas que suman 19 millones de habitantes. Es decir, casi tres veces la suma de Madrid-Barcelona.

Es magnífica la historia que explica Torrent. «Hace tres meses, el secretario de Transportes estadounidense visitó España para ver los fantásticos trenes del AVE que hay en la Península. El político norteamericano se mostró encantado con la infraestructura hasta que le mostraron la factura. Dicen que dijo a José Blanco: «Ustedes son ricos, nosotros no podemos permitirnos esto».