Una reina sin armiño y una primera ministra sin lustre
Rosa Massagué
Periodista
ROSA MASSAGUÉ
Los partidarios del 'brexit' aspiraban a recuperar el Reino Unido fuerte y poderoso que habita en la ensoñación de un pasado idealizado. Cuando han pasado solo tres días del inicio de la negociación con Bruselas para salir de la UE la imagen que da hoy el país isleño es la de precariedad, la de no saber muy bien hacia donde se avanza o si el avance no es más que un retroceso hacia un pasado aciago, este sí, real.
Bastaba ver ayer la ceremonia en la que la reina lee cada año el discurso que desgrana las políticas que aplicará el Gobierno. Toda la pompa y circunstancia de las grandes ocasiones con Isabel II llegando al palacio de Westminster en carroza, luciendo armiño y corona, estaba ausente. La anciana monarca llegó en automóvil, vestida de calle. Todo fue rápido y sin ningún glamur. Si el motivo del cambio fuera una demostración de austeridad y/o de democratización habría que aplaudirlo. Sin embargo, el motivo es la debilidad de la primera ministra a quien muchos electores abandonaron y tuvo que contentarse con una mayoría insuficiente en unas elecciones innecesarias el pasado día 8.
Theresa May todavía no ha podido sacar adelante su Gobierno en minoría. No ha sido capaz de cerrar el acuerdo con los unionistas norirlandeses quienes, sabedores de que su voto es indispensable para el Ejecutivo conservador, están vendiendo caro su apoyo, un apoyo que, por otra parte, es de alto riesgo en el difícil equilibrio político del Ulster.
CAZA DEL ZORRO
La primera ministra ha tenido que renunciar a muchas de las propuestas contenidas en su programa electoral porque resultaron electoralmente letales. Por ejemplo, el llamado ‘impuesto sobre la demencia’ y otras medidas que castigaban a los pensionistas, la reforma educativa con la recuperación de escuelas selectivas y la limitación de comedores escolares, o la reintroducción de la caza del zorro. Otras cuestiones al margen de su programa electoral como la mano durísima contra el terrorismo incluso si las medidas atentaban contra los derechos humanos quedaron fuera del discurso de la Reina. Lo mismo que la polémica visita de Estado de Donald Trump que May se trajo como un gran éxito tras su encuentro con el presidente estadounidense en la Casa Blanca (sí mencionó la que realizará el rey de España en julio).
Quedaba Europa. Y ahí el discurso de la reina contenía ocho leyes que parecían favorecer la opción del ‘brexit’ duro, pero incluso en esta cuestión fundamental dominaba la escasa concreción. Lo que sí es seguro es que de momento, el Reino Unido ha tenido que aceptar los términos técnicos para la negociación que propone Bruselas. Y por si todo esto no bastara para dibujar el perfil de una líder en horas muy bajas, ahí está el dramático incendio de la torre Grenfell que ha puesto en evidencia su falta de empatía.
El discurso de ayer fue el de una reina sin armiño para una primera ministra sin lustre en la doble acepción de la palabra, sin brillo y sin gloria. Mientras, el viento sopla a favor de Jeremy Corbin que ni siquiera dobló la cerviz ante la reina como marca el protocolo.
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